A Gaby en su cumpleaños

En tiempos pasados era costumbre que al finalizar un ciclo escolar todos los integrantes de la Universidad asistieran con gran solemnidad y regocijo a la ceremonia de clausura de las cátedras del año en curso. En sus primeros años, el Teatro “Peón Contreras” fue el escenario de estos eventos en los que se pronunciaban sentidos y ávidos discursos para resaltar los nobles esfuerzos de la Máxima Casa de Estudios del Estado, así como las aportaciones formativas que cada disciplina científica propiciaba en los estudiantes de aquella época.

Con el paso de los años, estos eventos de carácter académico, cultural y festivo dejaron de centralizarse y hoy cada institución de acuerdo con sus tradiciones, características y perspectivas continúa con la celebración de estos actos protocolarios en los que se reconoce y festeja el esfuerzo individual, pero también grupal de los estudiantes y sus familias por concluir sus estudios o el de seguir promoviéndose en su trayectoria académica. Se trata de momentos de gran entusiasmo y esperanza para todos los involucrados.

Como docente tengo el papel de acompañar, escuchar, aconsejar y alentar a todos mis estudiantes, con los que tengo día a día la oportunidad de compartir y de aprender. La satisfacción de verlos llegar a la meta es inherente a mi rol, a mi persona, es en varias formas una alegría que comparto con ellos, pero al mismo tiempo es una situación de extrañeza, digamos un tanto apresurada, porque apenas estamos despidiéndonos, sin embargo, el saber que no tendré más tiempo y oportunidad de estar con todos esos espíritus que nutren mi alma es un proceso que se repite todos los años y es algo con lo que se aprende a vivir.

Estos procesos escolares de bienvenida y despedida son cíclicos, siempre son diferentes, nunca han sido idénticos, pues cada generación tiene sus particularidades. En estos momentos, llegan a mi mente cientos de momentos en los que compartí  con mis estudiantes, ocasiones en la que platicábamos de las actividades cotidianas, de sus pensamientos o inquietudes, de algunos instantes que se prestaron al esparcimiento por un chiste o anécdota, siempre necesarios en los contextos escolares. Recuerdos que tendré en mi mente y que recordaré con gran alegría.

Quiero finalizar estas líneas deseando lo mejor a cada una de las y los estudiantes con los que compartí el aula de clases, los pasillos o las salas en las que tuvimos nuestras actividades. Espero de corazón que sus caminos sean los que deseen construir, cuestión que no será fácil, pero es eso lo que al final hace que todo tenga más emoción, más sabor a esto que llamamos vida. Estas líneas se las dedico a todos los que integraron al 3E y al 3F de la Unidad Académica, así como todos los grupos que tuve en el Club Preparatoriano. En estos momentos, muchos estarán recibiendo noticias importantes, quiero que sepan que estoy con ustedes sin distingo: ¡A todas y todos, mucho éxito!