El mundo prehispánico a través del cine

José Ramón Pérez Herrera: El mundo prehispánico a través del cine.

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El 6 de agosto de 1896, en el Castillo de Chapultepec, se llevó a cabo la primera función de cine en México. El presidente Porfirio Díaz, acompañado de su familia y colaboradores más cercanos, presenció esa inicial exhibición de “vistas” o películas. Posteriormente, los enviados de los Lumière ofrecieron una serie de funciones a periodistas y científicos, quienes quedaron impresionados y satisfechos por el nuevo avance de la época. Hoy, al conmemorarse 128 años de este importante acontecimiento, se destaca la relevancia lúdica, discursiva y científica de aquel día.

En ese contexto, me propongo realizar algunas anotaciones sobre cómo el cine mexicano ha abordado ciertos elementos prehispánicos. Desde la época del cine mudo, se filmaron cintas relacionadas con el mundo prehispánico o indígena. Entre ellas se encuentran la “vista” conocida como “Desayuno de indios al pie del árbol de la noche triste” (1896), también podemos destacar con un corte más argumentativo “El suplicio de Cuauhtémoc” (1910), “Tiempos mayas” (1914), “La voz de su raza” (1914), “La leyenda azteca” (1915), “La bastarda” (1920), “De raza azteca” (1921), “Tlahuicole” (1925), “¡Que viva México!” (1931), entre otras.

Las producciones cinematográficas asociadas a la época prehispánica son escasas en nuestro país. En el caso del mundo maya, por ejemplo, las películas que exploran a esta milenaria civilización suelen contextualizar su trama en épocas como la conquista, la colonia y la moderna, mientras que, de la época prehispánica, sin ser tajantes, es prácticamente inexistente. Por mencionar un par de ejemplos notables, tenemos en primera instancia, “La noche de los mayas” (1939), en la que se hace mención del pasado indígena mediante el uso de localidades arqueológicas como Chichén Itzá y “Chilam Balam” (1955), se desarrolla poco antes de la llegada de los españoles a tierras mesoamericanas.

En términos generales, el cine mexicano de mediados del siglo XX que aborda el mundo prehispánico proyecta una imagen dicotómica del indígena. Por un lado, presenta el  entorno prehispánico como una época civilizada, noble e idílica, del cual se puede sentir un gran orgullo. Por otro lado, cuando se apunta a los contextos coloniales o contemporáneos, al indígena se le representa como un ser sumido en el mundo de la barbarie, la pobreza, el vicio, el subdesarrollo, la ignorancia y la superstición, en las que se sugiere la necesidad de que sea integrado a la nación mexicana.

El cine mexicano que ha hecho referencias al mundo prehispánico tiende a privilegiar al indio “muerto” en contraposición al indio “vivo”, este último considerado un obstáculo para el desarrollo nacional. Otro elemento que ha destacado en esta cinematografía es la necesidad de incorporar al indígena al Estado–Nación para que deje atrás su barbarie o su atraso económico, moral y social. Finalmente, toda la filmografía que se ha realizado ha utilizado a los indígenas como “extras”, sin que tengan la menor oportunidad de interpretar los protagónicos, cuando mucho se les usa en papeles secundarios o como la simple “muchedumbre” que ambienta la historia.

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