|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

No recuerdo, afortunadamente, la última vez en la que fue señalada alguna porción de mi cuerpo como parte de un comentario innecesario. No es el caso para todos, por supuesto. Vivimos constantemente bajo la mirada expectante de quien dicta lo hermoso, lo válido, lo estético, lo aceptable, lo correcto. ¿Ir en contra de eso? Casi una revolución; una revolución solitaria.

Mi abuelo decía que solamente somos una cascarita. Me encanta recordarlo y añadir sus palabras a los contextos más inesperados porque siempre brindan un sentimiento de seguridad para usarlo. ¿Puedo defenderme de todo diciendo que solamente somos una cascarita? Por supuesto. Así se defiende el alma, el cuerpo, lo temporal de nuestra existencia, los enojos, el amor desbordado, los miedos, las alegrías y todos los motivos. Si somos pasajeros no debería entonces resultar en punto de encuentro lo que pudiera considerarse evidente a la vista, sino lo que se hace; lo que se crea.

Ama Ata Aidoo, escritora de Ghana, toma en “Thegirlwho can” la historia de una niña que bien podría representar a todas las niñas del mundo. El relato vive en un aliento corto de apenas ocho páginas que contienen todo el universo familiar de quienes se saben entre madres, abuelas, y todas las líneas delicadas que pudieran unirlas.

Adjoa, la protagonista, tiene 7 años de edad. Su primer talento evidente es el pensamiento que no comparte, el que filtra con recelo, pues conoce las reacciones de su abuela (mismas que representan las reacciones del mundo), quien al escucharla hablar ríe descontroladamente o reprueba en totalidad lo que de la boca de la niña sale. Aunado a esto, y tomando gran importancia en los diálogos referentes a las cuestiones familiares catalogadas como futuros problemas, la abuela pareciera vivir sus días para hacer notorio el hecho de que las piernas de Adjoa son en extremo delgadas y largas. “Buenas para sostener caderas y futuros hijos, no serán”.

Las discusiones entre la madre y la abuela son constantes; los miedos también. El no poder concebir se combina con un dejo de impertinencia por parte de la abuela, como si las piernas definieran todo lo que Adjoa vino a hacer al mundo. Grande es la sorpresa, y el giro, cuando esas “piernas largas sin carne” se convierten en un motor humano con la potencia suficiente para ganar carreras escolares de las que aparte de trofeos y orgullo, se obtendrán nuevas perspectivas, nuevas capacidades; nuevas formas de amar el cuerpo.

Lo más leído

skeleton





skeleton