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El bordado es un truco de magia. Por supuesto que entiendo que en realidad todo ocurre desde las muñecas; el móvil principal para que la fuerza se dispare hacia los dedos y de ahí la agilidad personal se disipe con una velocidad coordinada entre el cerebro y el talento individual de cada uno que, acompañado por un tic, tic, tic elegante y tenue de las agujas, hacen entre puntadas y cuentas una suerte de magia que razono, pero no comprendo.

Me pierdo más bien en la velocidad de los dedos de mi abuela, su capacidad para hablar y contarme cualquier cosa, sus pequeñitos insultos y risas cuando pierde la cuenta, sus hoyuelos que acompañan la risa del evento y la misma velocidad con la que deshace todo para comenzar de nuevo. Les digo, es magia. La imagino también en soledad emitiendo su calor hacia el hilo para abrigar los pies y cabezas de sus nietos y bisnietos en preciosos zapatitos y gorros con las combinaciones de colores más tiernas. De nuevo; magia.

En “Bordadoras de futuro”, cuento largo de Perla Guadalupe Castillo Solís, estamos frente a un relato precioso que ocurre en dos tiempos diferentes y en dos narraciones distintas. La primera, a modo visual, tiene lugar en la casa de las hermanas Maza, Margarita y Candelaria, en Oaxaca. Ambas, con venas activas y revolucionarias, organizan diferentes actividades con otras mujeres en las que promueven el crecimiento integral de la comunidad; ¿el punto de unión principal? El bordado.

El escenario es, como he mencionado antes, una sesión de hilos y palabras. En esta ocasión, hablan de Juana Azurduy Bermúdez, una gran heroína de la independencia sudamericana. Las agujas entran y salen de las telas, las palabras acompañan dichos movimientos y lo que se urde en físico pareciera también unirse en el aire; es un diálogo perfecto. Lo que vemos como espectadores es una imagen preciosa; la calidez de la unión femenina, el puente atemporal con una mujer de tierras lejanas que les representa, la instrucción de dos hermanas que comienzan una revolución pequeñita con agujas e hilos de todos los colores, y lo doloroso de la réplica de la historia latinoamericana.

La segunda parte de la narración se presenta a modo de cierre como un giro amable. Años después, en una exposición de museo, el bordado de esa noche se expone como elemento clave en la gestación del movimiento emancipatorio y de la Unificación Revolucionaria de Latinoamérica. Grandes manos, grandes obras, grandes mujeres. 

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