A donde fueres, haz lo que vieres
Julia Yerves Díaz: A donde fueres, haz lo que vieres.
La supervivencia no siempre se aprende, si acaso, creo realmente que se imita. O como alegremente decimos en la tierra que me vio nacer: mono ve, mono hace. Y es así realmente. Hemos crecido adoptando una serie de maneras que reconocemos en nosotros, cuando son buenas, bajo el título de herencia familiar: la respuesta pronta, el espíritu trabajador, el corazón noble, de león protector y al mismo tiempo sensible; y también en ocasiones las cosas no tan fáciles de admitir como el fueguito en las venas de un carácter flamable y los volcanes internos que hacen erosión en los momentos menos indicados. No es grave, son imitaciones de las que no pudimos escapar, pero que adoptamos con amor así como lo hicieron todos los que vinieron detrás de nosotros. Vieron, hicieron.
Pero, ¿qué hay de todas aquellas circunstancias en las cuales nos vemos forzados a buscar una adecuación que reconocemos como nueva? La vida nos pone en situaciones peculiares para readaptarnos y probarnos: una enfermedad, un frío inconcebible entumecedor de músculos, un cambio de vida, una circunstancia inesperada y a tiempos inoportuna; no hay de otra, debemos adaptarnos: mono ve, mono hace. ¿Qué hacer, entonces, si lo que debemos imitar, no es humano?
Al decir que no es humano, no significa que no sea vivo. Lo cual complica la cosa, pero no la hace menos digna. Interesante, ¿no? San Serafín de Sarov, monje ortodoxo, comparte una serie de instrucciones para la supervivencia que resulta de una belleza sin límites. En apenas doce consejos literariamente expresados donde los protagonistas son animales, alcanzamos a percibir la belleza de otro que ha observado la vida con la humildad de quien no aprendió del hombre, sino de la sabiduría de la fauna.
“Bebe agua del río donde beben los caballos. Los caballos nunca beben agua mala. Haz tu cama donde duerme el gato, come la fruta que ha sido tocada por el gusano, valientemente escoge el champiñón donde se sientan los insectos. Construye tu casa donde la serpiente se sienta para calentarse. Ve a dormir y despierta al mismo tiempo que los pájaros. Come más cosas verdes, tendrás piernas fuertes y un corazón fuerte también como los seres del bosque. Nada con más frecuencia y te sentirás en la tierra como los peces en el agua”.
Si bien aprendemos de los nuestros, el complemento perfecto está alrededor nuestro, pero también en uno mismo; tendríamos que mirar en conjunto, abrir los ojos para absorberlo todo.