Los hechos
Julia Yerves Díaz: Los hechos.
Existen historias que llegan a nosotros para incomodarnos, para apretar el estómago y presionar con tal fuerza que puedes sentir la náusea presentándose. Te duele el corazón, te duelen los oídos, te duele todo lo que está mal en el mundo; te duele el ser humano. Al escuchar una mala historia, tu rostro se desfigura y se transforma entre acuosa inestabilidad, entre “cómo es posible”, entre Dios Santo y entre “pobrecito”. No estamos bien formados para reaccionar de una forma adecuada; al menos no todos.
Tampoco podemos hacer mucho para evitar la llegada de dichos relatos abominables. Porque pareciera que viajan con más ligereza en el aire que las palabras comunes que sí queremos escuchar. Llegan fácil a nosotros, pues. Entre bocas, en la tele, en las plataformas virtuales sociales, ahí están, en todo eso, aguardando por el destinatario lo suficientemente sensible para recibirlas y mantenerlas vivas unos días más porque el cuerpo que siente todo, olvida con dificultad.
En “Los hechos”, cuento de Mayra Arena, estamos frente a un relato magistralmente escrito. La historia, como puedes adivinar, es dolorosa, incómoda, penosa. Advierto que este es uno de esos temas muy difíciles siquiera de pronunciar. Es como si se bloqueara la lengua y no pudiéramos nombrar el problema porque también para nosotros es vergonzoso desde lo ajeno, desde este mundo real donde es posible.
Una familia de bolivianos se muda hacia Argentina para mejorar su vida. Son humildes y no tienen mucho, pero en sus manos contienen lo suficiente: alimentos, calma, días de celebración, amor familiar y la devoción de ambos padres. ¿El hecho? No lo conocemos sino al final, cuando hemos sabido que algo fuerte ocurrió e hizo que la familia se separe y los niños pasaran a custodia de los servicios sociales. ¿La madre? A la cárcel.
En un mundo identificable donde una mujer, con su pasado de ignorancia, obediencia y sumisión, proyecta hacia sus hijos lo que para ella fue normal en su crecimiento, que carecía de malicia y más bien era una forma de reconforte emocional; el hecho resultó injustificable.
No sabiendo que lo que ella había sufrido era pederastía y volcándolo desde su limitado conocimiento con amor hacia sus hijos, la exposición escolar del hecho alarmó a las maestras, quienes procedieron a dejar el caso a las autoridades correspondientes. Así, una familia se divide por un gran problema humano del que poco se habla, pero mucho se escucha. Una familia humanamente rota.