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Me declaro fanática de las historias infantiles. No de aquellas que son escritas para niños, sino de las que son escritas por niños. ¡Son universos! Pequeñas grandes ventanas de oportunidad para sentirse cerca de la percepción del mundo a través de una inocencia que, si bien se pierde un poco cada día a menudo que el infante crece, aún conservan la frescura y el amor de quien mira la vida con los ojos de la honestidad.

De niña no contaba historias. Al menos no en voz alta. Pero vivía narrando los porqués de mi universo a través de las teorías más increíbles, pero divertidas, que mi latente narradora podía imaginar. Ejemplo de eso era “La maravillosa vida inmortal del paletero de voz potente”, a cuyo cada “paleeetas y boooliiis”, acompañado del sonido de la llanta de su carrito arrastrándose contra las piedritas, volvía la experiencia de escucharlo tan aterradora como apetecible. Un monstruo con vozarrón que vende momentos dulces y refrescantes, y que ahora, a mis treinta y tres, continúa abrazando las calles con su voz apenas gastada y el mismo semblante. inmortal, les digo.

Para Malena Pichot, “Tanito el pobre”, cuento que nos ocupa hoy, forma parte de su “Había una vez (ocho cuentos precoces)”. Cuentos que escribió entre los siete y los diez años y que ahora ven la luz dando una cara adulta. Son maravillosos.

El cuerpo que los compone está cargado de una forma que pareciera diseño universal para la narración a través de voces infantiles. Son simples, pero profundos, con personajes muy humanizados que bailan entre el bien y el mal, el blanco y el negro, el amor y el desamor y la fantasía de los mundos posibles.

Dentro de la historia conocemos a Tanito, el único de once hijos perezosos que ante la causa perdida que representaban sus diez hermanos perezosos, toma la fuerza necesaria para seguir las órdenes de su papá e irse a buscar trabajo para mantener a la familia.

Como en todas las misiones de héroes infantiles, la victoria laboral no fue empresa de un solo intento, sino de tres. Tuvo que buscar en toda la ciudad, luego ser contratado por un enano para atravesar montañas y recuperar tesoros, y finalmente encontrar puerto seguro como cocinero en un castillo donde, por supuesto, tiempo después resultaría el héroe de una princesa cuya corona había sido robada y que Tanito recuperaría con, giro inesperado: trampa. Es esta la realidad de un mundo atemporal donde incluso lo más disparatado, está lejos de ser un cuento infantil.

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