La gentrificación y los yucatecos

Martín Martínez Erosa: La gentrificación y los yucatecos.

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En los últimos años se han hecho populares los llamados lotes de inversión, que no son otra cosa que terrenos ubicados en zonas que los yucatecos consideramos lejanos a la capital.

Estos muchas veces están dirigidos a compradores de fuera del Estado. Muchos de ellos que incluso ni siquiera conocen la entidad y se ven atraídos por la fama de Estado seguro.

A los yucatecos nos hace gracia, e incluso es parte de la broma cotidiana, la forma en cómo están promocionados esos terrenos. El famoso “a sólo 20 minutos de la playa”; quienes somos originarios de esta hermosa tierra sabemos que 20 minutos de camino en Yucatán equivalen a muchos kilómetros de viaje.

Aquellas personas que diariamente manejan dos o tres horas para llegar a su destino dentro de una misma ciudad consideran algo no sólo razonable, sino deseable el estar a 20 minutos de casa. Pero para nosotros es un viaje indeseablemente largo.

Cierto es que hoy en día nuestra ciudad capital se ha convertido en una pesadilla en horas de alto tráfico, convirtiendo el anillo periférico en la avenida más traficada de la ciudad. Y ni qué decir de algunas entradas a la ciudad. Osar entrar o salir de Mérida por la salida a Motul, a Caucel, a Cholul o al fraccionamiento Los heroes, se convierte en una travesía en horas pico.

La bien ganada fama de tranquilidad de nuestro Estado ha atraído a mucha gente y se ha dado el fenómeno de que, tanto particulares como fraccionadores, se han dedicado a comprar inmuebles en municipios del interior de la entidad.
Municipios como Conkal, Yaxkukul, Tixkokob, Baca, Mocochá, Chicxulub, entre otros, han recibido nuevos habitantes, la mayoría con niveles socioeconómicos que contrastan con lo habitual en la comunidad.

Estos nuevos habitantes demandan servicios diferentes a los que eran los acostumbrados por los vecinos originales.

Si bien esto puede traer beneficios, como tener nuevos servicios, como restaurantes, tiendas de conveniencia, supermercados e incluso sitios de ocio; también trae cambios no sólo en las costumbres locales, sino en el encarecimiento de los bienes y servicios para los habitantes originales.

Este no es un fenómeno exclusivo de la nueva migración a Yucatán. Es la llamada gentrificación.
Cierto es que la llegada de nuevos capitales y de nuevos servicios hacen que aumente la plusvalía de la zona, pero igual esto puede causar que los pobladores originales tengan que migrar, no por gusto, sino porque ya sus ingresos no pueden sostener la nueva forma de vida de los lugares que los vieron crecer. Es un riesgo muy grande que todos tenemos que ver.

Ojalá que las nuevas autoridades no se dejen llevar por el canto de las sirenas y sólo vean los beneficios económicos de seguir promoviendo la auténtica venta del Estado a capitales foráneos, sino que busquen preservar lo que si no se cuida se puede perder y que es más valioso que cualquier ingreso económico: la forma de vida y la cultura de los yucatecos. Aboguemos por que no se pierda nuestra yucatanidad y nuestra tranquilidad.

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