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La batalla discursiva por imponer su excluyente y autoritaria versión de la realidad ha hecho de Morena un verdadero nubarrón de contradicciones que ni con la ayuda de sus maromeros más experimentados ha logrado zanjar.

El colmo: añadir a los tradicionales ¡Viva! del Grito de Independencia unos desastrosos ¡Muera! Como si el país estuviera para más división, para más cólera y descomposición, al Gobierno parece no importarle que la unidad nacional se desmorone, alentada por la cerrazón de los que hoy gobiernan y pretenden, a toda costa, no soltar el poder.

Mientras tanto, vemos cambios y más cambios en las leyes; muchos de ellos ilegales, en retroceso a recomendaciones de organismos internacionales y defensorías, y con la firme intención de acallar las voces críticas que se resisten al atropello del Estado de Derecho.

El mantra de divide y vencerás ha alcanzado niveles inimaginables con Morena. Lo que mantiene entretenida a la clase gobernante es el acopio, por cualquier medio, de poder, control y herramientas que faciliten quedarse sentados en la silla presidencial.

Por eso no es ninguna sorpresa que las pensiones y becas clientelares impulsadas por el Gobierno vayan en aumento, sin importar el endeudamiento del país ni la sangría a los fideicomisos y reservas de la nación.

Morena compra voluntades de forma tramposa entregando dinero en efectivo a cambio de la ratificación de sus cuadros. Los llamados siervos de la nación son la nueva versión de los conocidos mapaches electorales, los cuales fueron promovidos por el patrón para los menesteres de la tranza y la corrupción.

A todas luces se fortalece la estrategia gubernamental de ir contra todo aquello que represente un riesgo para la perpetuación. Los cuadros guindas, en los que dentro vive el arcoíris completo del sistema de partidos, afilan sus lanzas para salir a cazar a jueces, defensores de derechos humanos, periodistas, académicos y todo aquel que ose contradecir al Tlatoani.

Pedir la muerte del clasismo, la corrupción y el racismo durante el Grito de Independencia fue la apoteosis de una mente doblegada por la bilis y los rencores mal curados. ¿Qué culpa tiene la ciudadanía de pagar por los traumas de sus líderes?, ¿por qué la gente tiene que asumir posturas antagónicas sólo porque en Palacio así lo quieren para sus objetivos?

La vida pública de México no debe dictarla un micrófono, la realidad la construyen a diario las familias de todo el país, quienes con su trabajo, esfuerzo y dedicación sostienen a esta gran nación. México estuvo antes de la cuatroté y estará también después de ese oscuro capítulo de la historia, allí el país tendrá a sus hombres y mujeres para reparar el daño. Al tiempo.

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