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La desilusión social con la política es grande, tan grande como el vacío que ha dejado en las comunidades la inoperancia y la falta de compromiso de tantos candidatos amantes del gatopardismo.

Hoy en día es más difícil diferenciar lo que ofrecen los diversos partidos, ya que se han convertido en más de lo mismo. No importa que lo nieguen e intenten, por todos los medios, desmarcarse unos de otros.

Bajo las siglas del poder y sin importar colores ni nombres, encuentran cobijo las viejas prácticas. Ahí se vanaglorian los mapaches feudales, presumiendo a todas luces haber logrado la ansiada permanencia. A la par, a México le sigue faltando lo mismo que los vende espejos de antaño prometieron en campaña.

La gente está cansada de mentiras, tanto de esas bañadas de utopías sangrientas como de aquellas en las que el desarrollo fantasma era protagonista. Es falso que el pueblo se vuelva bueno por recibir limosnas y obedecer, el pueblo es bueno por antonomasia y olvidar ese detalle es el principio del fin para los reyes de oropel.

Hay enojo en la gente, el sentimiento se respira a lo largo y ancho del país. Tantas promesas, tanto de lo mismo, han alimentado la frustración. Las familias se sienten burladas, no de ahora solamente, sienten una piedra porosa atorada en la garganta.

Han pasado los años y los ciudadanos no ven cambios palpables a su alrededor. Los hijos crecen y no hay para ellos mayores oportunidades que las que tuvieron sus padres. Es como un sueño inconcluso que cada cierto tiempo se renueva con arengas en mítines millonarios. Hace falta un flautista de Hamelín para sacar del escenario a los dañinos saqueadores de ilusiones.

Los indicios del hastío están ahí en el día a día para quien quiera verlos, no se necesitan marchas ni protestas masivas para saber que a los ojos de la gente las cosas no van bien. Mientras tanto los políticos presumen números fantasmas que sólo aplauden los paleros.

El problema es que no hay de dónde escoger: los partidos desplazados, esos que fallaron hace tiempo y sufrieron del desdén anticipado, no han hecho nada por componer las cosas. Ni su imagen pueden limpiar, menos ofrecer a la ciudadanía una opción viable para caminar hacia mejores escenarios.

En esta historia cíclica siempre han ganado los mismos, véalo usted en su entorno inmediato. No hay cambio verdadero sino puras mentiras verdaderas. De haber cambio, este sería claro y lo que hay, es más de lo mismo.

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