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El individualismo le hace mucho daño a México y, en el corto plazo, no hay señales de que la cosa vaya a cambiar. En un país donde aquello de “primero yo, después yo y al último yo” es un mantra social, no debe sorprendernos que los temas colectivos sean relegados por las urgencias personales.

Sumar esfuerzos se vuelve cada vez más difícil en medio de la polarización y confrontación que se vive a diario. Los ideales del bien común se ven en el horizonte como extraños y lejanos objetivos que alguna vez tuvimos como país.

¿A dónde nos conduce el individualismo? Sin duda, a un lugar de frustración incalculable, ya que no hay nada más infructuoso que construir sendas labradas por el ego y la antipatía.

El trabajo en equipo ha sido relegado a un lugar con poca estima social, hoy el individualismo se erige como el camino a seguir para alcanzar el éxito, ahí es donde se vislumbran grandes logros, riquezas y ese espejismo llamado felicidad.

La máxima de “divide y vencerás” hace su aparición con fuerza demoledora en la cultura del YO, cargada de eufemismos que endulzan la realidad y con un egoísmo que se vende como ariete para romper barreras sociales, alcanzar mejor estatus y posicionarse en lugares de privilegio.

“Más vale solo que mal acompañados” es el slogan de esta época, el afiche mercadológico de nuestros tiempos, la bandera con la que se derrotó a la colectividad para convertir a las personas en bienes unitarios maleables.

En todos los ámbitos de la vida se puede reconocer este fenómeno, la sobre oferta de productos y servicios es síntoma de ello: hay uno para cada tipo de personalidad, carácter, cuerpo, forma, pensamiento. Las elecciones hoy se basan en las diferencias y mientras más diferentes seamos de los otros, mejor luce la cosa.

Los humanos nos hemos convertido en los Frankenstein modernos, constituidos con montones de partes diferentes, marcas, prendas, modas. Las diferencias son estatus o tabú según el contexto social, como también lo es la ideología de género o el debate sobre la legalización de las drogas.

El mercado vende diferenciadores en forma de colores, modelos y tallas, pero también de ideologías y dogmas. La pasarela del presente es aquella en la que no importan los otros, sino el ser que estamos construyendo con pedacitos de todo.

El individualismo le está haciendo mucho daño a nuestra sociedad, la cual flaquea en la protección de los derechos sociales, en la exigencia del cumplimiento de la ley o en la lucha por el bienestar y las libertades. Todo lo anterior se lucha en equipo, hombro a hombro y no con huellas solitarias en la arena

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