Marcelo y el gen Camacho
Miguel Ángel Sosa: Marcelo y el gen Camacho.
Los errores de Ebrard pueden ser vistos como pifias de campaña o como el eco de un legado marcado por los claroscuros. Tal como su mentor, Manuel Camacho Solís, a Marcelo lo hundió el propio peso del ego.
El ex canciller se creía El Elegido (así, con mayúsculas), quien, además presumía de tener la venia del líder supremo para convertirse en el personaje que continuaría con el legado de la cuatroté. ¿Ajá?, entonces, ¿qué pasó? Que en la política no existen sorpresas, sino sorprendidos.
La historia siempre se repite, eso ahora lo sabe bien Ebrard. La cátedra de cómo romper con el poder y desvanecerse en el intento, viene tatuada en su larga carrera como político. Marcelo encabezó el gobierno de la Ciudad de México (antes Distrito Federal), al igual que Camacho Solís; fue secretario de Relaciones Exteriores, también como su padrino; e, incluso, ambos compartieron el puesto no institucional de apagafuegos para el Presidente en turno.
En esas páginas, que Marcelo conocía a la perfección, también había una enseñanza que, tal vez, pasó por alto: que del plato a la boca se cae la sopa. ¿Qué señales tenía él para creer que iba a ser el bueno?, ¿se lo dijeron de forma clara o solo era una suposición la que lo guiaba? Marcelo hizo un Camacho Solís y aún no lo ha querido aceptar.
Pero la cosa no para ahí, el ex canciller insiste en medirse mediante el amago de una candidatura alterna. Al parecer, no ha visto el embudo que hay frente a él y el cual, cada día se cierra más y más. La mayor negociación que tuvo entre sus manos fue la de aceptar el resultado de la encuesta y buscar fortalezas en la unidad del partido, por el contrario, él apostó por dividir y, para como pintan las cosas, se va a quedar solo.
Con los nombramientos que ha hecho Claudia Sheinbaum de políticos como Adán Augusto López, Ricardo Monreal y Gerardo Fernández Noroña, quienes se han integrado al equipo de la virtual candidata de Morena, se pone más difícil la cosa para Marcelo y sus endebles huestes.
Cada nuevo apoyo sumado a la candidatura oficial representa una pérdida en la negociación que el ex canciller busca generar de forma artificial. Dentro de poco, serán sus propios aliados los que empiecen a abandonar el barco, pues ante la tardanza de una definición, el proceso se complica para la “Banda de Marchelo”.
Ebrard vivió en carne propia lo que sufrió Camacho Solís y, sin embargo, se aferra a querer experimentar la misma pifia en carne propia. Olvidó algo muy importante, que la máxima negociación posible la tenía hacia adentro del Movimiento de Regeneración Nacional, porque afuera sólo va a recibir migajas. Al tiempo.