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Mientras las hordas de Morena despliegan a tambor batiente todo su arsenal, en la otra esquina del ring siguen en la planeación eterna para ver si algún día logran ponerse de acuerdo. Unos avanzan en el ungimiento de quienes serán sus alfiles, los otros, andan más perdidos que una chinita en el bosque.

Parece que en la oposición no hay prisas, pues todos lucen más que serenos. Sin embargo, las indefiniciones pueden costarles muy caro. ¿Hasta cuándo van a esperar para atreverse a dar un paso al frente y mostrar un dejo de confianza, responsabilidad y propuesta?

Les están comiendo el mandado y parecen negados a darse cuenta de ello, las huestes del PAN, PRI y PRD cabalgan sobre los enormes fantasmas del ego, directo al precipicio y sin mediar en nada la cordura. ¿Sabrán qué es la autocrítica y cómo esta podría ayudarles a evitar el oso de sus vidas?

Dejar correr el tiempo y patear las definiciones para después, es una estrategia que a los únicos que beneficia es a los grupúsculos superiores de las rancias estructuras partidistas, no a los partidos en su conjunto ni a sus militantes y, mucho menos, al pueblo de México. Dilatar los procesos da muestra de una politiquería barata que les hará entregar la geografía nacional en bandeja de plata.

El verdadero enemigo del PAN, PRI y PRD no es Morena ni el presidente López Obrador, el enemigo está en casa y son ellos mismos, tal como dice el dicho: no entienden que no entienden. Las cúpulas de la oposición saldrán forradas con las partidas y presupuestos de campaña, muy probablemente perderán en lo público, pero habrán logrado amasar un tesoro privado que, ellos creen, bien vale la pena por traicionar los principios que tanto pregonan de dientes para afuera.

Somos testigos de la eterna lucha de egos, del juego sucio de quienes llegaron al poder y no lo quieren soltar. De los vende humos, engaña bobos, que, valga la comparación, son también quienes escupen para arriba al referirse a todo lo que escuchan en las mañaneras de Palacio Nacional.

Los partidos de oposición se juegan más que el poder de sus cúpulas, se juegan la oportunidad de ser camino para millones de mexicanos que buscan opciones distintas y que, desgraciadamente, gracias a las pestilentes dirigencias, no obtienen nada nuevo. En el horizonte se plantea una lucha dispareja, donde el oficialismo se alista y los otros duermen el sueño de los irresponsables.

Habrá otro México donde la batalla campal esté más equilibrada, un país donde las propuestas se debatan con altura de miras y en donde los actores políticos tengan la responsabilidad de encauzar las exigencias hacia proyectos de desarrollo y crecimiento. Habrá otro México, porque en este parece que no. Al tiempo.

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