La cerámica: un arte maya que nos vincula con nuestro pasado (I)
Miguel Güémez Pineda: La cerámica: un arte maya que nos vincula con nuestro pasado (I)
La cerámica es uno de los legados más importantes que nos heredaron los mayas de la antigüedad; es una forma de expresión artística que ha persistido a través de los siglos que nos conecta con nuestras raíces históricas y culturales. Fue uno de los medios de expresión más populares en el que los mayas expresaban su filosofía, su religión, su vida cotidiana y sus vínculos con la naturaleza.
La cerámica para uso festivo, ritual o suntuario de la élite solía estar ornamentada con muchos detalles y colores, en tanto que la cerámica utilitaria del pueblo, era llana, monocroma y con decoración sencilla. Esta práctica perduró durante el periodo colonial, hasta la época contemporánea, aunque ya no tan sagrada ni ritual. Hoy día, en Yucatán podemos encontrar ingeniosos artesanos mayas que aún crean o recrean, como en tiempos pasados, piezas de extraordinaria manufactura, de gran realismo, con técnicas ancestrales y pigmentos naturales.
En las fuentes, diccionarios y crónicas, del periodo colonial temprano podemos hallar una vasta terminología referida a los materiales, equipos, métodos y técnicas para elaborar piezas y vasijas cerámicas.
Los mayas yucatecos de la antigüedad se valían de diversas materias primas y métodos para la elaboración de vasos, platos, jarrones, cántaros, máscaras, figuras y recipientes diversos. El más empleado por artesanos y alfareros fue el barro o arcilla (k’at en lengua maya) que se extrae de determinadas minas de tierra; y puede ser rojizo, blanquecino o amarillo (k’an lu’um). Denominaban huutil a una mezcla de barro con concha del caracol finamente molida, que era más resistente.
Al torno giratorio o rueda de alfarero le llamaban k’aba’al, en él los artesanos asentaban la pella de barro y daban vueltas con el pie para formar las vasijas. Pat, es la acción de dar forma con las manos a alguna cosa blanda, hacer cosas de barro o arcilla, de donde deriva patbil lu’um (adobe de barro).
Para alinear y frotar las vasijas de barro recurrían a la técnica de bruñido o box-koil que, además, dejaba la pieza reluciente: boxteh kuumo’ (alinea la olla de barro); boxteh u chi’ k’at (alinea el borde del trasto). Se bruñía con un tipo de piedra transparente (hi’ tuunich) que molían para pulir la loza antes de cocerla. Esta piedra molida también la usaban revuelta con barro para hacer vasos de cocina. Las vasijas de barro se pintaban con almagre o tierra colorada. Un tipo de almagre muy bueno para teñir y colorear las vasijas, platos, cajetes y cántaros se conocía como ch’oben. A la olla de barro tierna, sin secar ni asolear, se le decía aak’ kuum.
En la cerámica para la élite maya, el diseño, la decoración y el detalle eran tan importantes que existían especialistas como el ahbon o pintor que teñía con colores; cheeb era el pincel o péndola aderezada para escribir o pintar.
Una vez terminadas, las piezas se secaban al aire libre, hasta que se endurecían lo suficiente. Luego se introducían al horno o kuumk’uh (Lit. “nido de vasijas”) para cocerlas. En otras regiones llamaban mukab a este tipo de horno. Para verificar el estado del recipiente, si no estaba o agrietado, se hacía sonar golpeando ligeramente.
A este acto se le conocía como tsanla’anal. Ts’an es el sonido metálico que tienen los vasos de barro. Antes de estrenar o usar una olla o trasto de barro había que embetunarlo con un engrudo, echarle atole o agua de cal para que no se resuma o agriete. A este curado le llamaban hoybesah ti k’at y con ello se cerraban los poros, evitando posibles daños (Continuará).