Conservemos nuestras tradiciones

Miguel Óscar Sabido Santana: Conservemos nuestras tradiciones.

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El último día de octubre marca el inicio de una de las más significativas y bellas tradiciones de la cultura maya. Desde luego, me refiero al Hanal Pixán o comida de las ánimas.

Esta tradición se realiza en el mundo entero, en diferentes fechas y nombres, para recordar a las personas que emprendieron el viaje hacia el conocimiento del arcano del universo. Cada cultura en el mundo tiene su propia óptica de la manera de reverenciar a sus muertos.

En nuestro terruño, el 31 de octubre está dedicado a las ánimas de niñas y niños. Se le conoce como U hanal palal o comida de los niños. Nuestra tradición indica que el primero de noviembre es U hanal nucuch uinicoob o comida de los adultos. El día dos se dedica una misa, generalmente en los cementerios, para ayudar al descanso de las almas que vagan sin rumbo.

A los ocho días se realiza el bix u ochavario del día de difuntos. Se piensa que en ese tiempo los espíritus se retiran de este mundo para seguir su camino al infinito.

Este año, como en anteriores, se organizaron actividades similares con profusión de colores y luz, con abundancia de velas que se considera iluminarán el camino de retorno de los fieles difuntos.

Los mayas precolombinos también recordaban a sus muertos, pensando que retornaban, en este tiempo de ánimas, llamémosle así, a convivir con sus familiares vivos y a disfrutar de la esencia de los manjares que se les servían en los altares confeccionados en las casas, sin faltar el licor de anís u otro al que era afecto él o la difunta. La llegada de los españoles le dio el giro religioso que ahora tiene.

Para las y los niños se ponían juguetes y sus dulces preferidos.

En esta edición se observa el sincretismo cultural, la mezcla de creencias, tradiciones distintas, para dar paso a una cultura híbrida, con la integración de elementos de otros países. Este 2022, como en años anteriores hay calaveras y otros elementos, propios del Halloween, ajeno a nuestra cultura, pero que han permeado entre nuestra sociedad, para casi tomar carta de naturalización.

No se ha olvidado nuestra gastronomía, como los mucbilpollos o pibes que se cocinan en hornos excavados en la tierra y el relleno negro que se confecciona con chile quemado, de ahí el color. Tampoco están para despreciarse la calabaza melada, el dulce de nance, el mazapán de almendras, el dulce de cocoyol, la pasta de guayaba, el dulce de papaya, entre otros, que hacen las delicias de niñas y niños, y desde luego también de las y los adultos.

El mejor deseo es que en Yucatán sigamos conservando nuestras tradiciones, sin detener el avance de los tiempos y la sana convivencia con otras culturas.

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