Gerda Gruber, mi maestra "accidental"
Raúl Gasque: Gerda Gruber, mi maestra "accidental".
Sábado de Noche Blanca, me dispongo a visitar la exposición “Puño, palma, pulso” de Gerda Gruber. Me distraigo en el Taller de Ernesto García-Sánchez —Taller 62—. Al llegar no había nadie desde la inauguración. Paradójicamente esta es la forma en la que puedo ver la exposición con detenimiento.
Ahora, retrocedo el tiempo treinta años. Mi madre, la artista María Cristina Sansores tiene una maestra. Ella es una mujer mexicana de origen austriaco que llegó a Mérida —en ese entonces— hacía aproximadamente cinco años y había fundado un taller en Cholul.
Una tarde, mi madre me dice que Gerda me invita a pasar al taller y a su casa. Al entrar descubrí un espacio singular en el más profundo sentido de la palabra. El hogar de una artista en el máximo sentido. Las esculturas son los habitantes del taller y de la casa. Gerda observa con mucha ternura cómo percibo lo que me rodea y ha sido creado por ella. Pasan los años y Gerda se convierte en la maestra más importante que ha tenido mi madre. Y como mi madre es mi primera maestra se convierte por lo tanto en mi maestra también.
Viajamos a juntos a Xcalak, Quintana Roo, donde mi padre tenía una casa. Sigo a Gerda recogiendo troncos y maderas pulidos por el mar y el tiempo. Veo cómo nos detenemos en medio de la carretera y ella observa con detenimiento. Recoge con las manos madera pulida por el mar como si se tratase de tortugas bebés. Pasan más años y Gerda le sugiere a mi mamá que yo debería de vivir una temporada en Roma. Parto a Europa y después de una primera estancia en Nantes, Francia, voy a Roma con la única referencia de “Que Gerda dijo”.
Ahí, el mundo cambió y se abrió para mí. Mi vida nunca volvió a ser igual. Después de vivir en Europa empecé a vivir en la Ciudad de México y visitaba Mérida constantemente para ver a mi familia. En la primera década del presente siglo mi madre estudió en la Fundación Gruber-Jez con las artistas Diana Mendieta, Beatriz Castillo y Marcela Díaz en el taller de Gerda Gruber. Yo estudiaba en ese entonces ciencias políticas, pero siento que mi búsqueda es mucho más cercana al taller de Gerda que al Congreso de la Unión. Cuando hay una residencia visitaba e intercambiaba opiniones con los artistas. Hago amistades. Gerda siempre me abre las puertas. Y mis sentidos se agudizan a través de esas visitas.
Pasan los años y Gerda se convierte merecidamente en la Maestra más importante que la antes ESAY, ahora UNAY, haya tenido. Yo ya como un artista incipiente visito la universidad y Gerda me recibe con un “¡¿Qué haces aquí?!”. Ahí me cae el veinte. Voy tomando conciencia de mi vida como artista y me desarrollo como tal. En los años más importantes de mi desarrollo en la montaña de Yangmingshan en Taiwán nos seguimos a través de las redes sociales. Epistolarmente vibramos muy bien.
Pasan los años y regreso a Yucatán. He llegado a la exposición y veo absolutamente todo un universo en el Centro Cultural Olimpo. El universo de Gerda. Estamos envueltos de una impecable curaduría de Daniela Pérez rodeada de las fotografías que crean una atmósfera reveladora y auténtica por Judith Escalante. Estoy en el mismo taller que me abrió los ojos y que me confirmó un camino con una maestra de maestras: es decir Gerda Gruber