Hay dos películas que me llegaron muy fuerte en el pasado sobre dos artistas que sin exagerar cambiaron el rumbo de la música en el mundo.

La primera es “Amadeus”, de Milos Forman. En esta película Mozart es retratado como un genio incompatible con lo mundano del mundo. Hablo de esto porque en el concierto de la Orquesta Sinfónica de Yucatán, del pasado domingo 13 de octubre, se interpretó “SINFONÍA CONCERTANTE”, de Wolfgang Amadeus Mozart. Ahí, me imaginé perfectamente a Salieri sin entender la genialidad de Mozart cuando él le dictaba enfermo.

El orden en el que fluía en su cerebro las instrucciones de Wolfie iban en sentido contrario de lo que se presuponía lógico. Así nos sentimos todos los que escuchábamos en el Palacio de la Música. Impactados por la magnificencia en el que los sonidos de los diferentes instrumentos se mezclaban… transgrediendo el pasado, presente y futuro. Con una armonía balsámica de la existencia.

Posteriormente, en el mismo concierto, la interpretación de SINFONÍA NO.6 “PASTORAL”, de Ludwig van Beethoven, me hizo recordar el film “Immortal Beloved” (Bernard Rose 1995), en donde Gary Oldman interpreta al músico como un antihéroe rodeado de altibajos personales que acentúan su carácter complejo. Ahí, en el concierto todo el acento y gravedad de las concepciones de Ludwig se hicieron presentes fluyendo con armonía y cadencia, cosas que son imposibles de describir con palabras.

Los violines de Christopher Collins y Nikolai Dimitrov entraron en un diálogo que nos elevó a todos los presentes.

Antes de iniciar el concierto, José Arean, Director Artístico de la OSY, se dirigió a un inquieto niño que gritaba desde su asiento: “¡No, no, no!”. Con una sonrisa, le prometió: “¡Te aseguro que será un muy buen concierto!”. Y así fue. Vivimos un concierto memorable en el que toda la orquesta dejó el corazón y alma haciendo un tributo viviente a dos titanes de la cultura y de las artes.