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Se lee en matemáticas, se lee en comunicación, se lee en biología, en humanidades, pero ¿se comprende? Notoriamente las estrategias de fomento a la lectura no han brindado los resultados esperados, según las pruebas aplicadas por la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior, (Anuies). Los datos revelan que el 65 por ciento de los estudiantes de primer ingreso a la educación superior no conocen a fondo la lingüística del español, sólo 9 por ciento tienen un dominio adecuado de la ortografía y la acentuación, 43.2 por ciento carece de estrategias para dar forma a un texto, según la asociación nacional.

Ni los cuadrados, triángulos o círculos de lectura en las instituciones educativas han logrado sensibilizar auténticamente a los estudiantes en relación al fomento del hábito lector, este se les presenta como algo que alguien hizo en un momento diferente sin abundar de manera adecuada en el contexto de la obra ni el del estudiante; por ello se propone que el alumno acompañado por el docente sea quien experimente, reconozca, identifique y viva la lectura no sólo en un ejercicio individual sino colectivo, en comunidad, apropiándose y adaptando la lectura, consolidando estrategias para inquietar y proponer al ejercicio lector como algo útil e interactivo al resto de su comunidad.

Desde una experiencia personal, la materia de Literatura en bachillerato es un espacio adecuado para trabajar la estructuración de ideas, la elección del argumentos o posturas, el desarrollo del pensamiento crítico y analítico; también permite al alumno comparar actitudes y sucesos de su acontecer con los contextos ajenos a su cotidiano, esto de manera significativa y estructural favorece que los estudiantes vinculen, analicen y emitan juicios partiendo de sus experiencias previas.

La labor es inquietar la mirada crítica y analítica del alumno, favorecerle datos sólidos, puentes interdisciplinares en donde el mismo estudiante potencialice sus capacidades de argumento. Hay que alejarnos de la memorización para motivar a leer; hay que inquietar. La emoción es el pegamento del conocimiento, lo que emociona se queda en nuestra mente. Si bien, leer es un acto individual, pero aún así, amerita al otro u otra para complementar lo entendido, ahí se genera la comunidad, lo común, el auténtico interés de escuchar y comparar.

Otra estrategia para detonar inquietudes lectoras en las aulas es quitarnos la idea de enseñar a leer como nos enseñaron a nosotros a hacerlo (docentes, tutores). Los jóvenes de hoy son abismalmente diferentes, así como sus contextos. Deberemos actualizarnos, indagar en sus gustos y temas de interés, así como incorporar estrategias multimedia para atraer a nuevos lectores. Abandonemos la idea de que “la letra con sangre entra”, hoy “la letra con diálogo entra”. Gabriel Zaid dice que: “Leer es conversar” y conversar es poner atención en otras personas, en sus ideas e interpretaciones del mundo, ese es el truco, la fórmula para crear espacios que favorezcan la lectura y no la memorización sin oficio ni beneficio. Leer no para pasar la materia, sino bien leer para generar mentes críticas y despiertas. 

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