|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Benito Pérez Galdós, padre del Realismo, corriente literaria dedicada a la narración del detalle, escribió en 1878 una obra que nos recuerda que los amores florecen ante los territorios inhóspitos de la costumbre. La obra nos presenta a Marianela o Nelita, personaje rechazado desde la infancia. Huérfana por el destino cae por un acantilado, sobrevive, pero muere gran parte de ella. La discapacidad y la deformación anidaron en el débil cuerpo de la infanta. El pueblo la rechaza, pues su discapacidad se convierte en un estigma. Al vivir con esa limitación, dejó de ser “persona” y se convirtió en la discapacidad misma, en la limitación.

Se acostumbró a vivir siendo incómoda para los demás, andar sin ser vista. La infanta negocia una inclusión subalterna, sentirse parte de una comunidad que la excluye. El tiempo avanza, a los 15 años Nela fue cobijada por la misericordia de una familia adinerada, se convirtió en el lazarillo (persona que procura a otra), de Pablo Penáguilas, un joven de 19 años que había quedado ciego en la infancia. Odiaba que todos lo trataran como un ser incapaz de valerse por sí mismo. Pablo sentía la incómoda conmiseración de quien lo rodeaba. Tal vez fue la razón del apego a Nela. Ella lo trataba como “persona”, como alguien libre y digno. Por su parte, la joven se sentía valorada, escuchada y apreciada. Pablo la miraba desde las palabras. Nela no lo veía como un estorbo, lo veía como alguien valiente que se enfrenta a un mundo sin luz.

El trato, la cercanía y las necesidades de ser validados los ponen en una situación humana: el enamoramiento, una relación a la medida para cada una de sus necesidades socioafectivas. Florentina llega a la trama, el triángulo se ha completado. Con una belleza angelical y trato bondadoso aprecia a su primo Pablo, así como a Nelita por tratarlo con tanto cariño. La opción de una cirugía para recuperar la vista del chico se presenta; Nela se emociona, pero teme que al verla deje de amarla como lo ha hecho. Los ojos son flechas que juzgan sin mirar el alma. Durante todo un día miraba de lejos el movimiento de los médicos en la casa. Por fin el chico despertó, a un lado de él, Florentina sostenía su mano, al quitarle las vendas, Pablo miró a un ángel celestial, vio el rostro de su prima pensando que es Nelita; ella escucha de lejos esa confusión y se quiebra desde adentro al saberse diferente. Huye a perderse en el bosque. Él exige ver a su amada, sólo eso desea. Toda la casa la busca. La encuentran días después moribunda e irreconocible, sin fuerzas. Pablo se levanta convaleciente de la cama, mira el cuerpo posado en la sala, se apiada de ese ser y le ordena a la servidumbre darle agua. El joven no reconoció a su amada, en ese instante Nela está rota, exhala y muere de amor o tristeza. Sin duda, Saint-Exupéry reafirmaría que: “lo esencial es invisible a los ojos”. 

Lo más leído

skeleton





skeleton