Toda lucha importa: ¡Viva Epigmenio González Flores!

Raúl Lara Quevedo: Toda lucha importa: ¡Viva Epigmenio González Flores!

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A días de celebrar nuestro patriotismo, ese enervante sentimiento de pertenecer a este país que nos enraíza, he observado con detenimiento qué es lo que entendemos de la historia que nos significa, que nos encamina a esta identidad tan ajena como nuestra. Pareciera que el grito efervescente de los héroes que nos dieron patria no fue el único, ni el primero. Ante el entusiasta motivo para portar el sombrero charro, vestirse de “Adelita” y conmemorar la Independencia mexicana; hay pasados que no se cuentan, ni luchas que se narran, pues la historia es de los vencedores, sólo sus voces existen hasta que el eco de la justicia brama. José María Ignacio Juan Nepomuceno Aparicio Epigmenio González Flores, nace el 22 de marzo de 1781, en Querétaro. Junto con su hermano Emeterio, desarrolló desde pequeño una sensibilidad aguda de la pobreza, exclusión y valor del trabajo digno. Al quedar huérfanos, quedan al cuidado de su abuelo, conforme van creciendo en medio de una Nueva España que no ve con buenos ojos a los criollos, los ya jóvenes definen una postura emancipadora, una que marcará sus destinos.

Pese a los intentos de Epigmenio por tener descendencia, tres embarazos con Anastasia Juárez concluyeron en los decesos de los infantes; meses después la mujer correría con la misma suerte. Para ese entonces, los hermanos González Flores comenzaron a frecuentar a gente que compartía ideas valientes en medio de un ambiente desfavorable para todo aquello que no sea novoespañol. Las tertulias literarias aromadas de chocolate caliente y galletas de mantequilla coronaban la casa del Corregidor de Querétaro, Miguel Domínguez, que, junto con su esposa, Josefa Ortiz de Domínguez abrazaron la idea de una libertad ideológica y física del yugo español. Epigmenio de inmediato se sintió identificado, y junto con su hermano formaron parte de la conspiración para detonar un movimiento armado.

Se les encargó reunir pólvora, armas y machetes para blindar al emergente ejército mexicano, liderado no por Miguel Hidalgo y Costilla o Allende, sino por el ideal religioso, así como guadalupano. Epigmenio fue traicionado, un conjunto de soldados revisaron inesperadamente su taller encontrando el armamento reunido para los fines libertadores. Ambos hermanos fueron los primeros héroes en caer presos, ambos fueron torturados y encarcelados.

Emeterio fue el primero en morir en 1813, para ese entonces la guerra sangrienta continuaba; a Epigmenio, lo sentenció a muerte la Santa Inquisición por un panfleto incómodo. A manera de obra literaria, su funesta sentencia fue intercambiada en último momento por el exilio a Filipinas. Tras 27 años de cárcel es liberado. Epigmenio, afectado gravemente de salud, regresa a su tierra ya liberada, a México, la patria soñada es ya una realidad. Hidalgo, así como otros de sus colegas habían muerto. Deambuló por una patria ya libre, pero que aún guardaba una atmósfera novoespañola, ajena. Epigmenio murió sin ecos, himnos o alabanzas populares. No es un protagonista en los libros de historia, pero con seguridad será un héroe para quien conozca su lucha silenciosa e imponente. ¡Vivan los hermanos González Flores!

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