Las pequeñas pausas
Sergio F. Esquivel: Las pequeñas pausas.
Vivimos en un mundo que nos exige velocidad constante. Desde el momento en que abrimos los ojos por la mañana hasta que finalmente nos vamos a dormir, hay una sensación de prisa que parece envolverlo todo. La productividad se ha convertido en una moneda de cambio, una medida de éxito. Nos enseñan que entre más hacemos, más valiosos somos. Pero ¿alguna vez te has detenido a pensar en el valor de las pequeñas pausas?
Hace poco, durante una de mis caminatas matutinas con mi perro Lucas, algo curioso sucedió. Sin planearlo, me detuve un momento a observar el cielo. No fue algo que decidiera conscientemente, simplemente ocurrió. Fueron sólo unos segundos, tal vez un minuto, pero ese pequeño instante me hizo darme cuenta de lo extraño que es, en nuestros días tan llenos de actividades, permitirnos no hacer nada. Y digo permitirnos, porque en esta época, incluso cuando estamos “descansando”, estamos ocupados. Quizás viendo una serie, navegando en nuestras redes sociales o revisando mensajes en el celular. Pero la mente sigue en movimiento, no descansa.
Lo más curioso es cómo hemos llegado a perder el valor de esos pequeños momentos de desconexión. Creemos, casi instintivamente, que son una pérdida de tiempo, que no estamos siendo productivos si no estamos haciendo algo. Sin embargo, me atrevo a decir que esas pausas, esos momentos en los que parece que no estamos haciendo nada, son probablemente los más importantes de todos.
Haz una pausa y reflexiona: ¿cuántas veces, en medio de un momento de inactividad, te ha llegado una idea brillante o una solución a un problema? ¿Cuántas veces, tras desconectar, aunque sea por un instante, has encontrado la claridad que tanto necesitabas? Lo que a simple vista parece ser un tiempo perdido es, en realidad, un espacio donde la mente se reorganiza, donde las ideas se acomodan y los pensamientos se vuelven más claros.
Nos hemos acostumbrado a los estímulos constantes del celular, la televisión, y a esta realidad hiperconectada en la que vivimos. Nos hemos acostumbrado tanto al ruido, al constante hacer, que el silencio y la quietud nos resultan incómodos. En algún punto del camino, confundimos el movimiento con el progreso y la actividad con el valor. Y, sin embargo, los momentos de inspiración y las ideas más grandes no suelen surgir en medio del caos, sino en la calma.
Quizás lo que realmente necesitamos no es más tiempo de descanso con distracciones, sino pausas conscientes. Momentos en los que verdaderamente desconectemos, sin pantallas ni ruido. Un momento para respirar profundamente, para estar presentes y simplemente ser.
Así que la próxima vez que sientas la urgencia de seguir adelante, de no detenerte, hazte un favor: haz una pausa. Detente. Mira al cielo, cierra los ojos, respira. Permítete no hacer nada, aunque sea solo por un minuto. Te sorprenderá descubrir que ese minuto podría ser el más productivo de tu día.