Seis años de desprecio a la cultura

Verónica García Rodríguez: Seis años de desprecio a la cultura.

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Hoy, muchas personas tienen puestos los ojos sobre lo que será el gobierno de Huacho Díaz Mena, por lo que vale la pena recordar algo de lo que nos deja su antecesor junto a sus colaboradores.

Aunque para algunos la memoria es corta, el gobierno panista se estrenó con una cacería de brujas, por no decir de priistas (quienes, paradójicamente, después pidieron el voto para su verdugo), que barrió, incluso con simpatizantes de su mismo partido, sin importar si eran de contrato o de base, con antigüedad o no. Cabe señal que participar en una campaña política no es argumento para un despido, puesto que mientras sea fuera de horario laboral se ejerce el libre derecho de participación política. Sin embargo, en el primer semestre de la administración saliente se dejó a más de 2 mil personas sin empleo, demandas que aún están esperando justicia.

Un sexenio carente de humanismo y sensibilidad política, donde fue claro el abandono a las comunidades mayas, basta con recordar el trato a los manifestantes en el caso de los cenotes de Homún, las pequeñísimas viviendas entregadas al interior del Estado, y la desaparición de programas de preservación de la cultura y lengua maya.

Asimismo, el desinterés por el arte y la cultura fue más que evidente, incluso como nunca antes. Tenemos el abandono del Museo Arte Contemporáneo de Yucatán (MACAY), que estuvo a punto de cerrar sus puertas, así como el caso de la Orquesta Sinfónica de Yucatán, y ni hablar del emblemático teatro José Peón Contreras que hasta el día de hoy está en ruinas. ¿Cuándo se había visto el Gran Museo de Mundo Maya de Mérida en tal deterioro, lleno de suciedad de las palomas que ahí habitan? ¿Acaso no ahora, inclusive, cobran la renta del espacio? Seis años en los que la respuesta para los artistas siempre fue la misma: no, no hay recursos.

Por otro lado, una de las primeras acciones de la administración panista en la Secretaría de Educación del Estado fue desaparecer la Unidad Editorial y su librería, que costó doce años crearlas, aún con edificio, libros, presupuesto y mobiliario en existencia. Habría que preguntarles ¿qué fue de todo ello?

Una suerte parecida corrió la Casa de la Historia de la Educación, dedicada a preservar el patrimonio histórico y cultural del magisterio yucateco, la cual fue trasladada al edificio que ocupaba la Unidad Editorial en la calle 62 —ahora subutilizado—, mientras el edificio que ocupaba el archivo a un costado de la Vadillo fue cerrado y el de la biblioteca en Santa Ana se encuentra deteriorándose por la humedad. ¿El archivo? En su mayoría en cajas. ¿La biblioteca? Donde estaba la librería. ¿La lógica? Quizá, el desprecio a la cultura.

Huacho recibirá un gobierno desolado en materia cultural, con una comunidad artística y educativa lastimada, pero también, reinventada, que, después de la pandemia, ya no espera dádivas del Estado, que sabe de autogestión y está dispuesta a trabajar en conjunto y en cualquier circunstancia.

La comunidad educativa y cultural esperamos una verdadera transformación en la voluntad política de esta nueva administración de poner al alcance la educación y la cultura para todos, porque, como decía A. Hart: “donde no hay educación y cultura, sólo hay lugar para la barbarie”.

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