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FALLECIÓ UN INMORTAL. Muy temprano abrimos los periódicos para enterarnos del cotidiano devenir de la ciudad. Mientras desayunamos vemos una sorprendente noticia que ocasiona atragantarnos con el café.

En un diario local leemos una información relativa a los emotivos recuerdos de un destacado beisbolista nacido en esta península. El epígrafe de esa nota nos permite iniciar esta cacería de gazapos: “Misa de cenizas para el fallecido inmortal yucateco”.

Fallecer es morir, acabar la vida, perecer. Inmortal es que no puede morir, imperecedero, eterno. Se trata de palabras antónimas, o sea, de significados opuestos. ¿Cómo, entonces, puede fallecer un inmortal?

Desde hace muchos años, a los deportistas con un desempeño profesional sobresaliente se les recuerda en un recinto llamado Salón de la Fama. Tenemos Salón de la Fama del Boxeo, del Béisbol, del Deporte en Yucatán, etc. Y algún despistado periodista, a falta de mejores ideas, llamó “inmortales” a esos destacados atletas, cronistas y promotores deportivos, queriendo decir con ello que tales personajes tienen un nicho en ese muy significativo local del deporte. El adjetivo pronto se popularizó en los medios impresos.

Pero, seguir llamando “inmortales” a los integrantes del Salón de la Fama propicia gazapos como el “fallecido inmortal yucateco” que hoy El mundo está plagado de conceptos fáciles de leer, pero complicados de entender y por ende aplicar. Este es el caso de la lealtad, palabra a la que muchas personas suelen denominar como un valor, entendiendo al mismo como una buena y constante práctica, pero ¿cuán importante es ser leal? ¿Realmente se lleva a cabo este hecho dentro del mundo banal y frío por el que día a día transitamos? ¿Cuál es el verdadero significado? La lealtad se encuentra latente constantemente en todas aquellas relaciones que el hombre desarrolla a lo largo del tiempo. Podemos verla plasmada en las relaciones de pareja, amistad e incluso laborales. Sin embargo, en el camino se va deteriorando cuando egoístamente superponemos nuestros intereses personales ante los de los demás, y es en ese preciso momento cuando la verdadera esencia de las personas sale a la luz. Se puede decir entonces que el hecho de estar en las buenas y las malas es pasajero, pues más bien parece que la permanencia de alguien está condicionada únicamente a una situación de beneficio propio que, cuando deja de recibirse, abre paso a la cínica claudicación sin importar lo mucho que se haya obtenido o el esfuerzo que conllevó el haber brindado esas oportunidades. Tenemos más que claro que en muchas ocasiones la llamada calidad moral queda con tristeza rezagada con plena conciencia, pues la costumbre es conducirse de ese modo por la vida a través de una falsa máscara de gratitud que esconde comentamos. El error no puede quedar impune. La honda, provista de enorme pedrusco, sale rápidamente de la bolsa trasera de nuestros pantalones, jalamos las ligas, las soltamos, el impacto es certero y un buen ejemplar reposa en la buchaca.

5,000 VACUNAS DESAPARECIDAS. Un espontáneo batidor que nos pide el anonimato remite a esta columna una imagen obtenida de la publicación electrónica de un periódico yucateco. Ahí leemos el comunicado de cierta dependencia gubernamental, con la siguiente información:

“Hasta el día de ayer, Yucatán ya recibió un total de 75,080 vacunas contra el Coronavirus, incluidas las que arribaron el pasado jueves y domingo. Sumando las 9,750 vacunas que llegaron hoy, hacen un gran total de 79,830 hasta el domingo, precisó la dependencia estatal”. Nuestro apreciado batidor emite un comentario sarcástico:

“O en esa dependencia no saben sumar, o desaparecieron 5,000 vacunas”.

Muy bien, muy bien, estimado amigo, estamos en presencia de un auténtico gazapo periodístico; es un yerro que por inadvertencia se comete al hablar o al escribir. Cargamos la resortera con un grueso guijarro, sale el disparo, la pieza cae a tierra y la guardamos en el sabucán. Con eso damos fin a la cacería. Gracias, ingeniero EBC.

Hasta el próximo tirahulazo.

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