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En menos de una década, el mundo entero padecerá una crisis alimentaria derivada de muchos factores, entre ellos el cambio climático, lo poco atractiva que es la actividad en términos de rentabilidad y lo altamente riesgoso que se ha vuelto producir alimentos. Esta situación ha alejado a inversionistas, así como a jóvenes profesionales que podrían haberse incorporado al sector.

Podría llegarse a un punto en el cual el sistema agrícola global no posea la capacidad estructural de satisfacer la demanda, ni siquiera con una explosión alcista de los precios. Y los países que más sufrirán cuando esto suceda son los que lleguen a tal punto con un sistema agroalimentario debilitado y carente de resiliencia.

En México, la modernización de este sector, tanto en técnicas de producción como en sistemas de logística y comercialización no se ha movido tan rápido como para impedir que la nación sea cada vez más dependiente de las importaciones de alimentos.

La brecha entre el consumo y la producción internas se ha ensanchado incluso para productos básicos como el maíz y el trigo. Las importaciones de ambos, provenientes principalmente de los Estados Unidos, pasaron de 4.5 a 21 millones de toneladas en los últimos 20 años, notable incremento que se compensa parcialmente con el crecimiento de las exportaciones de café mexicano, que pasaron de 0.5 a 1.3 millones de toneladas, y las de azúcar de caña que subieron de 0.4 a 1.1 millones de toneladas de 1997 a 2017.

En la economía mexicana, el sector agrícola representaba en 1997 un 4.45% del Producto Interno Bruto y participaba con el 23.8% del empleo, datos que han caído en 2017 a un 3.42% del PIB y 13.11% del empleo. Aún se conserva una participación importante, pero en este período de 20 años se ha construido una significativa dependencia del exterior, que es un punto débil para México en las negociaciones recién concluidas para llegar a un acuerdo comercial con Estados Unidos.

Generar, recopilar y procesar información abundante y confiable, tanto estadística, mercadológica, climática, como de cualquier otro tipo, que afecte a la industria, resulta estratégico para fortalecerse, crecer y revertir la tendencia observada. México debe expandir su infraestructura digital de información, de modo que los ejecutivos de las empresas agrícolas y los productores puedan hacer una mejor planeación de sus tiempos óptimos de plantación y cosecha, hacer predicciones más precisas, determinar qué cultivar, de qué tamaño y cómo mezclar diferentes productos, diseñar la fertilización, predecir y afrontar mejor los efectos del clima.

Es amplio el potencial de mejora para alcanzar una nueva y optimizada forma de hacer agricultura en México, pero el esfuerzo seguro que pagará buenos dividendos.

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