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Todos los que estamos involucrados en la industria de las energías renovables nos preocupamos cuando escuchamos estupefactos la comparecencia del Lic. Manuel Bartlett Díaz, director de la CFE, ante las Comisiones Unidas de Infraestructura y de Energía de la Cámara de Diputados. Fue una comparecencia de cerca de 6 horas de duración, pero, entre muchas otras cosas, el Lic. Bartlett mencionó el objetivo principal que le encargó el presidente Andrés Manuel López Obrador al designarlo para dirigir esta empresa productiva del estado: rescatarla.

Dijo que la CFE está pasando de ser una empresa generadora a una compradora de energía y tronó contra las energías renovables diciendo que son caras, que ocasionan mucho problema al integrarse a la red (técnicamente eso se llama intermitencia) y que en países como España, Alemania o el Reino Unido, o un estado como Texas en los Estados Unidos de Norteamérica, existe una severa crisis causada por “esas energías que no son tan maravillosas como dicen”. Preocupa que esas creencias tan distorsionadas o francamente falsas ya se hayan convertido en el motor que está conduciendo las políticas públicas en materia energética, el sector más estratégico para el futuro inmediato y de largo plazo de nuestro país y del planeta.

Hoy, para generar nueva energía eléctrica adicional, de entre todas las tecnologías disponibles, no hay otra más económica que las dos principales entre las renovables: la eólica y la solar. Precisamente por esa razón, más del 60% de toda la inversión global en producción de energía eléctrica nueva se destinó a tecnologías renovables y limpias. Si la CFE quiere dejar de comprar y ponerse a generar, aplaudiremos a rabiar que lo haga, pero económicamente hablando lo que más le conviene es hacerlo con renovables. Y si no es capaz de generar, mediante cualquier tecnología, con costos de producción más bajos que los precios a los cuales está comprando a terceros, deberá seguir comprando aunque no lo desee. El problema de la intermitencia solo ocurre cuando se rebasan ciertos límites a los cuales no hemos llegado aún, y cuando se alcancen, ya existen soluciones factibles, es un problema ya superado a nivel mundial. Y la crisis que refiere es francamente inexistente.

Pero, además de todo eso, de los más de 900 escenarios de mitigación estudiados por el IPCC en su quinto informe, solamente aquellos que consideran recortes sustanciales de las emisiones antropógenas de GEI y cambios a gran escala en los sistemas energéticos que contemplen entre 70% y 100% de renovables limpias harían más probable que improbable limitar el incremento de la temperatura global por debajo de los 2 grados Celsius para el año 2100.

Así que, seguir con esas políticas equivocadas, además de que no le permitirán rescatar a la CFE sino hundirla más, es un suicidio, contra la humanidad y un franco retroceso que no nos podemos permitir.

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