¡Es una niña!
El Poder de la Pluma.
Para Sofía, mi adorada hija
Todos quienes tenemos la inmensa fortuna de tener una, sabemos lo que esto significa. Ya sea que conozcamos el género mediante ultrasonido en el embarazo o que recibamos la sorpresa en el instante del parto, súbitamente nos llega la certeza de que hemos sido privilegiados con una lluvia de bendiciones que nos acompañarán la vida entera, y por eso gritamos con emoción: ¡Es una niña!
Pero si, además, nos esforzamos por darles una educación de alta calidad, es probable que estemos también contribuyendo a revertir uno de los más grandes desafíos de nuestro tiempo, y heredar un mejor planeta para la siguiente generación que lo habite.
En 2017 se creó el proyecto DRAWDOWN que en español significa “reduccion” (www.drawdown.org), un esfuerzo multidisciplinario que convocó y facilitó la integración de una amplia coalición de investigadores, científicos, estudiantes, líderes políticos, empresariales y activistas, para reunir y presentar un listado de las 100 soluciones que serán las más relevantes durante los próximos 30 años, no solamente para detener el calentamiento global, sino para incluso reducir la concentración de gases de efecto invernadero en nuestra atmósfera, describiendo sus impactos benéficos en los ámbitos financiero, social y medioambiental.
Para nadie sería una sorpresa encontrar dentro de ese listado la instalación de paneles solares en las azoteas, que ocupó la posición número 10. Lo que quizás no te imaginas es que “Educar a las niñas” ocupó la posición número 6 en ese importante ranking.
De acuerdo con la Unesco, si se logra cerrar una brecha financiera de 39 billones de dólares, podría alcanzarse la educación universal en países con medio-bajos y bajos ingresos, lo que daría como resultado una reducción de 59.6 gigatoneladas de CO2 para el año 2050. El retorno de esta inversión sería incalculable.
Las mujeres con una mejor educación formal tienen menos hijos y más saludables; alcanzan mejores salarios y puestos de trabajo, contribuyendo al crecimiento de la economía y la prosperidad de ellas mismas y de sus familias; sus tasas de mortalidad materna e infantil caen de manera importante; tienen menos probabilidad de contraer matrimonio siendo aún niñas o hacerlo contra su voluntad; tienen menor incidencia a contraer VIH y malaria; sus parcelas agrícolas son más productivas y sus familias mejor alimentadas. Pero además de todo eso, la educación apuntala la resiliencia y provee a las niñas con las herramientas necesarias para convertirse en efectivas administradoras de los alimentos, los suelos, árboles y el agua, enfrentando exitosamente los impactos del cambio climático, los desastres naturales y los eventos climatológicos extremos.