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André Maurois, novelista y ensayista francés, dijo: “Sería necesario imponer esta regla: no repetir jamás una afirmación malévola sin verificar su contenido. Aunque es cierto que así nunca se hablaría de nada”.

Las noticias falsas corren rápidamente, inundan las redes, se impregnan a la cultura, influyen sobre las decisiones, sobre las creencias, la política y la economía. Algunas veces confiamos y creemos en ellas, como si Dios mismo hubiese bajado a decírnoslas.

¿Es malintencionada la mentira? Por supuesto que puede serlo, es posible que obedezca a un interés particular que motive al que la genera y difunde para alcanzar un objetivo que se ha propuesto.

Pero también es muy probable engendrar y propagar una mentira como resultado de una trampa inconsciente que nos juega nuestra mente. Los psicólogos llaman a este fenómeno el sesgo de confirmación y lo definen como la tendencia a favorecer, buscar, interpretar y recordar la información que confirma las propias creencias o hipótesis, dando desproporcionadamente menos consideración a posibles alternativas.

Este efecto es más fuerte cuando la información tiene un alto contenido emocional. Un estudio conducido por un equipo de investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), que contó con el

impulso y la financiación de Twitter, mostró que la información falsa tiene un 70% más de propagación que la verdadera y señala que “las informaciones falsas se difunden significativamente más lejos, más rápida, profunda y ampliamente que las verdaderas, en todas las categorías de información”, aunque sus efectos fueron mucho más pronunciados en las noticias acerca de política.

Algunos de los elementos que favorecen creer en noticias falsas incluyen la tendencia natural a confirmar ideas preconcebidas, la necesidad de sentir que pertenecemos a un grupo que comparte saberes y creencias, y la falta de costumbre de analizar las cosas con sentido crítico, de pensar o de cuestionar lo que leemos y escuchamos.

Takis Metaxas, profesor del Wellesley College, afirma que es mentalmente exigente para las personas cambiar de opinión, por lo tanto lo evitan, incluso en presencia de evidencia que contradice sus creencias anteriores.

Suele atribuirse la distribución de noticias falsas a las cuentas automatizadas, “bots”, sin embargo, el estudio del MIT encontró que estas cuentas diseminan noticias falsas y verdaderas, por lo que son los seres humanos quienes más dispersan las noticias falsas.

Como parte de esa esquizofrenia que existe en la esfera más alta del poder, se ha desplegado una intensa campaña para contrarrestar las noticias que, según ellos, no solamente son falsas, sino que son para “desestabilizar y golpear” al régimen. No señores, relájense, esto no se trata de ustedes, es la irremediable, pero natural, tendencia humana a creer y confiar en información falsa.

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