¿De qué están hechos los aluxes?

Lodo de cuevas vírgenes, miel, flores y resinas, son algunos de los elementos que se usan en la formación de los aluxes.

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Muchas personas que caminan en el monte pasan junto a aluxes y no los perciben por su tamaño o por estar escondidos. (Jorge Moreno/SIPSE)
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Jorge Moreno/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Ya hemos platicado en ocasiones anteriores sobre anécdotas y experiencias de personas que han visto o sentido la presencia de los aluxes.

Pero hoy, a petición de varios lectores, hablaré sobre cómo fueron creados estos míticos seres del Mayab, según platican nuestros ancestros y personas antiguas de los pueblos que han transmitido el secreto de generación en generación.

Si bien es cierto que se sabe que los aluxes son creados con barro, no se trata de cualquier tipo.

Dona Trifina Colonia es una vieja partera y curandera de Maní, cuyo difunto amasio, don Cruz Chan, fue uno de los botánicos indígenas más famosos y renombrados en todo el Mayab, porque era quien más conocía sobre el uso curativo de las plantas medicinales y quien más reputación ganó entre los pueblos de Yucatán, porque curaba males que los médicos universitarios no podían en esa lejana época.

Dona Trifina comentó que su padre, don Asunción Colonia, quien vivía exclusivamente de la milpa, le había hablado que los aluxes habían sido creados bajo la sabiduría y conocimiento de los viejos sacerdotes mayas en 21 días y noches.

Relataba que, para formar sus cuerpos, se recogía el barro en cuevas vírgenes, donde no hubiese llegado mujer alguna, y se ponía a serenar en nueve noches de luna llena y después se mojaba con brebajes aromatizados de flores silvestres para suavizarlo y formando con ese barro pequeños muñecos, que cocían con resinas y ungían con copal, miel de x'unan'cab para después depositarles durante nueve noches y días, en un altar que tuviese ofrendas de sacá, y que debería permanecer oscuro totalmente.

Después, a la medianoche del ciclo lunar, se iban a recoger los muñecos que eran llevados con cantos y rezos a los montes para soltarlos, porque siendo hijos de los Balames y Yun'tziles tenían que trabajar cuidando los montes, milpas y lugares donde se depositaba la semilla sagrada, el ixíim (maíz) germen de la vida, gracia divina de los dioses, nacencia de la virtud suprema de la vida y dios infinito para los mayas.

Guardianes de la sagrada semilla

Nicómedes Xiu Xiu, tío de don Gaspar Xiu Cachón (experto en cultura y leyendas mayas), le contó que su abuelo, don Bernabé Xiu, decía que los aluxes no habían sido creados para mal, sino para proteger y vigilar las sementeras de los campesinos contra seres malignos, los que siempre querían acabar con la sagrada semilla, que le daba sustento, no sólo a pueblos sino a los mismos dioses.

La bebida del sacá era y es el elixir bendito y sagrado que se le ofrendaba a Yun Chac, Yun Kaax, Yun Tziles en los rituales más solemnes de sus ceremonias. Los aluxes aún existen, aunque cada día menos, porque ya casi nadie se acuerda de alimentarlos con ofrendas de sacá.

Don Crescencio Aké, campesino de Becanchén, afirma que los aluxes fueron hechos de barro a semejanza de su padre, el Enano de Uxmal que nunca tuvo mujer, porque no era como los otros hombres que había en el Mayab. Por eso no existe el sexo femenino entre los aluxes, porque no nacieron de la unión de un hombre y una mujer sino que fueron concebidos bajo el embrujo de X'menoob y Chilames que vivieron en las casas viejas de Uxmal, Chacmultún, Labná y Zazil.

Recalcaba don Crescencio: “Yo he visto a los aluxes, he convivido con ellos en mi milpa y nunca me hicieron daño porque cada dos ó tres meses los alimentaba con sacá”.

Versiones como estas son sustentadas por toda la geografía de Yucatán, donde se dice que los aluxes son seres de media vida porque salen de sus moradas al morir el sol y regresan a ellos cuando se acerca el alba.

Los aluxes nunca dejarán de causar polémica sobre su existencia, ya que, aunque para la gente antigua esto es obvio, las nuevas generaciones no creen y se les hace inverosímil que estos puedan tener vida propia.

Sin embargo, ahí quedan los miles de relatos de personas de todos los estratos sociales que se han topado con estos seres en sitios arqueológicos, en montes, en milpas, en terrenos y en muchísimos lugares más.

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