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Hace ya unos años abrí un libro y descubrí un personaje que me ha acompañado durante este tiempo. Lo conocí una noche de lluvia, lo recuerdo muy bien, mis ventanas eran víctimas de los golpes que la lluvia daba una y otra vez.

Daniel Sempere me ha acompañado en varios momentos importantes, más de una vez me he descubierto platicando con alguien y citando alguna frase de Daniel para alimentar la conversación, lo hago porque estoy segura de que él sabe muchas más cosas que yo.

He dibujado en mi mente la forma en que, según me lo han descrito, debe lucir: ojos negros, cabello oscuro y una estatura alta. Me he hecho mejor amiga de Daniel y nunca he podido sacarlo de entre las páginas, pero sí he podido hablar sobre él a tantas personas que Daniel ahora tiene una lista larga de nuevas amistades.

Todos son conscientes de lo importante que es hacer amigos. Los padres, el primer día de clases, le aconsejan lo mismo a sus hijos: “Haz amigos, así los días serán más divertidos”. Vamos buscando compañeros en muchos lugares de los que frecuentamos, en la escuela, en la clase de natación, en la práctica de beisbol.

Mis padres tenían razón, mis amigos han hecho mis días más divertidos. Sin embargo, algo que no nos dicen sobre la amistad es que, si bien la mayoría de nuestros acompañantes de aventuras son de carne y hueso, también nos podremos encontrar con aquellos que están hechos de letras.

Eso me pasó con Daniel, eso te ha pasado seguramente a ti lector. Seguramente en este preciso instante tu mente te ha hecho recordar a aquel personaje del libro que leíste al regresar a casa después de aquel día que cambió tu vida, o aquel personaje que se ocultó en las páginas de la historia que mamá te leía antes de dormir.

Estoy segura de que todos tenemos un mejor amigo hecho de tinta, un amigo como Daniel que a través de sus diálogos nos ha dado consejo y consuelo cuando más los necesitamos. Estoy segura de que todos tenemos una historia que ha formado parte de nuestros días y que nos ha heredado no sólo aprendizaje, sino también un nombre que, siempre que lo evocamos en nuestros recuerdos, aparece dispuesto a hacernos buena compañía.

Aprender que los amigos vienen de distintas formas nos ayuda a entender que siempre estamos acompañados, aunque estemos físicamente solos. Siempre somos acompañados por el personaje del libro que nos hizo lectores, por el protagonista de la historia de aquella canción que cantamos cuando la felicidad nos hace una visita.

Los amigos pueden estar en todas partes, en el colegio, en el trabajo, en la clase de la tarde, pero también pueden estar en los libros, en las películas, en las canciones. Los amigos pueden estar en todas partes, pero, sobre todo, están en todo aquello que nos hace felices.

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