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La crianza de un ser humano en su diseño natural exige la participación de más de una persona, debido a la exigencia física, emocional y económica que es necesaria y fundamental para poderla llevar a cabo.

La crianza autónoma termina, aunque nos inquiete reconocerlo, por fracturar de alguna o varias formas a quien la practica. Y, bueno, esto por simple sentido común, ya que un padre o madre que educa y sostiene solo a un hijo, pocas veces encuentra espacio y energía para sí mismo en el marco físico y temporal de las 24 horas que tiene para todos un día. Con esto no quiero expresar que resulte imposible desarrollarse a plenitud siendo madre o padre autónomo, por el contrario, se echa mano de la creatividad, la inteligencia y la astucia, que de otro modo, quizá, no hubiera emergido.

La cuestión es que ese rendimiento extra que le pedimos a una sola persona surge en situación de estrés y en constante estado de emergencia porque siempre está dando el 101% de su ser.

Así pues, tenemos mujeres y hombres (en menor medida) que resultan ser grandes empresarias y empresarios, proyectos de vida exitosos en términos capitalistas, historias inspiradoras de grandes figuras que lograron salir adelante aún cargando el peso de una paternidad unilateral y, porqué no, historias discretas de mamás y papás que criaron a sus hijos sin ningún tipo de ayuda del otro padre.

Ahora bien, dos cosas quiero subrayar, enfatizar y gritar (si es necesario): Primero, en México y América Latina, el número de madres autónomas es muchísimo mayor que el de padres autónomos o solteros (como se decía coloquialmente), es nada secreto que nuestra sociedad mira con orgullo a todas las mamis que sacan adelante a sus hijos y hasta aplaude y promueve esa entrega desmedida que debemos poner las que somos madres autónomas; es normal, en nuestro colectivo ideológico heredado por los conquistadores, existe un valor desmedido por la entrega y el sacrificio.

Segundo y muy importante, ser madre o padre autónomo se refiere a las personas que llevamos la carga completa y total de la crianza, no se refiere a aquellos padres que, por ejemplo, están separados, pero que comparten gastos y tiempo de calidad con sus hijos, aún cuando este reparto no sea equitativo, ya que “comparten” en mayor o menor medida la crianza.

La autonomía implica soledad total, no parcial, y como tal genera grietas personales, heridas emocionales difíciles de definir, son diversas y atienden al carácter y personalidad de cada quien. Son tristezas de una sociedad que aplaude y define el éxito en términos exclusivamente materiales, dejando a un lado el ser interior, la estabilidad y la paz genuina, esa que es imposible vivir si estás dando el mil por ciento todas las horas de todos tus días a otro ser que reclama recursos de todo tipo para seguir creciendo y fortaleciéndose.

Por penoso no deja de ser real, así que hoy en este Día del Padre, abrazo a todas las mujeres que se encuentren en las líneas de mi propia historia; la vida, el desapego y la nula responsabilidad afectiva de otra persona dispuso lo que somos, MADRES MUY PADRES.

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