Días de tradiciones David R. Ojeda Correa La magia de la vida

Las posadas fue algo que comenzó en el año de 1587 Fray Diego de San Soria

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Cuando era niño pensaba que el maratón Guadalupe-Reyes era una especie de carrera que tardaba bastante tiempo y que era muy popular. Ya luego mi desilusión llegó cuando al abrirse la mente de niño comprendí que era una manera de embellecer la borrachera que muchos se van a dar durante esta temporada.

Como parte del maratón y como punto central quedan las posadas, las cuales desde este fin de semana se han iniciado y concluyen el 25 de diciembre, muchos las celebramos pero pocos sabemos de dónde provienen o como se iniciaron. Se trata de una fiesta tradicional que ¿adivinen dónde se creó? ¡Claro! En el país de las fiestas y tradiciones ¡México!

Así bien que se trata de una celebración mexicana que, según se cuenta, la comenzó en el año de 1587 Fray Diego de San Soria, quien justamente buscaba atraer mediante lo que él consideraba el paganismo (colores, ruido y comida) y la alegría de una fiesta a los indígenas que vivían cerca de su poblado para conectarlos con Dios con un recordatorio del penoso andar que José y María hicieron en búsqueda de una morada para dar a luz.

Al principio, las posadas se realizaban en los atrios de las iglesias, había música en vivo, toda la comunidad acudía haciendo tregua a sus discusiones personales, comían tamales y cantaban la muy conocida canción de las posadas para recordar la razón principal de la reunión.

Posterior a ello, se lanzaban sonoros petardos para anunciar la llegada de Jesús, celebraban con algunos modestos alimentos y culminaban con la rotura de la piñata, la cual por cierto es también una tradición mexicana con inicios religiosos, pues el objetivo era romper los 7 picos de la estrella que hacían alusión a los pecados capitales.

Era una tradición muy hermosa que ya para el siglo XIX y XX se traslada en las casas y poco a poco fue sustituyendo importantes rasgos: la música se volvió de CD o Spotify; a la piñata se le cayeron dos picos, pues ahora se rompen de estrellas de 5 extremos y con un objetivo distinto: sacar los dulces.

Lo más triste es que muchas familias han olvidado la razón de la posada: se volvió una fiesta sin un sentido más que la misma “pachanga”, incluso en hogares religiosos donde el centro de atención ya no es el recién nacido ni el cántico para pedir posada, sino las bebidas alcohólicas y ese afán de ser parte del Guadalupe-Reyes del cual al principio comentaba.

Considero importante revivir esa magia de las posadas, no perder el objetivo principal de estas fiestas que ahora parecen ser comerciales; hagamos tregua entre los problemas de la familia, brindemos por la paz y un fuerte abrazo navideño, oremos, meditemos, cantemos y después, ya si lo desean, celebren de la manera más ostentosa, con fuegos artificiales (no explosivos) y bebidas, pero, repito, no sin antes vivir la verdadera tradición de la Navidad, una fiesta mexicana que se ha llevado a todo el mundo.

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