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El hombre es el lobo del hombre, decía Plauto. Cuánta razón hay en esta frase que se ha usado para aludir al lado fagocitador de la humanidad. Después de todo, ¿qué es la guerra?, ¿qué es esta violencia que vivimos donde un hermano mata al otro? Nuestra incapacidad de comprender la otredad es lo que motivó al dramaturgo franco-libanés Adel Hakim a escribir “Ejecutor 14” a finales de los ochenta, cuando el Líbano se encontraba inmerso en plena guerra civil. Ahora traducida y dirigida por David Psalmon, es protagonizada por el actor sonorense Osvaldo Sánchez, quien brinda un monólogo acerca de la sociedad actual.

Un hombre vestido con andrajosas ropas de corte militar y rostro sucio sufre de escalofríos bajo una frazada mientras que murmura palabras ininteligibles. Un escenario desprovisto de todo salvo una improvisada mesa hace pensar que se está ante un paraje desolado. Sin tener aún contexto alguno, se puede deducir que es uno de los últimos sobrevivientes de un mundo postapocalíptico cercano que ha quedado devastado por la guerra y, de eso habla más adelante, por las luchas intestinas entre los clanes Adamitas, Zelitas y Yamitas.

La estructura de la obra primero humaniza al personaje, quien se interna en los vericuetos de su memoria para contar la historia de su vida. Una infancia feliz, rodeado de cómics y de los valores de sus superhéroes favoritos, generan empatía hacia un tipo que, en principio, no es violento intrínsecamente. La puesta en escena continúa en este tenor, deconstruyendo a través de la elipsis la existencia de este infortunado ser.

Esto hasta que el enemigo de los Adamitas tortura y mata brutalmente a su compañera justo frente a sus ojos. A partir de ahí comienza la deshumanización y deconstrucción del personaje expuesto al dolor, la hiperviolencia, la frustración y la falta de esperanza. La conmiseración que provoca pronto se ve opacada por la mayor degradación que un individuo puede tener: ser torturador y verdugo durante un conflicto bélico.

El texto de Hakim se ve desperdiciado en este montaje de Mono Teatro que desdibuja los más de 20 cuadros asignados por el dramaturgo. A pesar de la correcta interpretación de Sánchez, la dramaturgia original de 28 páginas apenas se sostiene a lo largo de 90 minutos de duración, los cuales se extienden innecesariamente. El monólogo del actor oscila entre varios acentos y dicciones, como el inglés, el espanglish, el francés y el español del norte y el capitalino, lo que resulta confuso, dado que esta ficción no se ubica en ningún lugar reconocible.

Pese a que el actor denota conocimiento y trabajo en el desarrollo del personaje al realizar una exploración de su mundo interior y su descenso al infierno del arrepentimiento y la culpa, la iluminación interfiere continuamente con dos luces amarillas que deslumbran al público y lo distraen. El montaje fue pensando para un espacio más íntimo, para el cual la Caja Negra de la Casa de la Cultura en que se montó el 27 de noviembre durante la Muestra Nacional de Teatro 2019 no fue el más indicado a nivel lumínico ni auditivo.

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