Ejército y Marina, cuestión de imagen
Daniel Uicab Alonzo: Ejército y Marina, cuestión de imagen.
Nos quedamos cortos la semana pasada cuando comentamos que el Ejército atraviesa por momentos difíciles por la sobreexposición de las fuerzas armadas y las revelaciones de los llamados hacktivistas de “Guacamaya”, pues recién se difundió un estudio elaborado en 2020 por la Sedena para recuperar su imagen y lograr incluso una popularidad mayor a la de la Marina. Una especie de control de crisis tras el operativo realizado en Culiacán en octubre de 2019, con la detención y liberación de un hijo del “Chapo” Guzmán. Y el General Secretario ha tenido una semana muy difícil.
Desde hace varios años, en la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe) que elabora el INEGI, la Armada ha alcanzado mayor porcentaje de aprobación y confianza que el Ejército. Esto por lo menos desde hace dos sexenios, cuando los navales asestaron duros golpes a la delincuencia organizada, lo que infiere que ese plan de los de uniforme verde olivo se intentó en su momento, pues muchas de esas acciones sugeridas se llevaron a cabo en esos años, como la apertura de campos militares para paseos dominicales, los flashmobs musicales, exposiciones itinerantes, nombramiento de niños como “soldados por un día” y hasta el “fichaje” de deportistas (el yucateco Rommel Pacheco es uno de ellos).
Respecto a la imagen, hay instituciones cuyas tradiciones, ceremonias y costumbres las fortalecen y hacen perdurable su identidad y la de los hombres que la integran. Una de ellas es la Armada, todas las Armadas del mundo, porque esas costumbres y la jerga marinera constituyen una de las tradiciones navales más ricas, que por años se ha formado y transmitido de generación en generación, han creado también un lenguaje propio lleno de matices y curiosidades. En un buque esto predomina, pero también se comparten normas de conducta que posibilitan las actividades en un ambiente cordial y diría casi familiar, donde la convivencia en travesías por días o meses afianza esa identidad con visos de fraternidad.
Otro aspecto que quizás incide es el uniforme. Mientras la gente identifica a los soldados (de generales hasta ropa) con uniforme verde olivo y botas, los navales (desde almirantes hasta la marinería) tienen una gama de uniformes y divisas que utilizan indistintamente a bordo, en tierra, por estaciones del año, ceremonias, eventos sociales, etc. Incluso la vestimenta del marinero tradicional: pantalón tapabalazo, camisola con solapa y puños con tres franjas blancas, el birrete de lona, el pañolón y la rabiza guardan un gran simbolismo. A su vez, la figura que identifica a lo marítimo en todo el mundo es el ancla, todas las marinas del mundo la incluyen en sus uniformes e insignias. Aquí sí aplica la frase "no somos iguales".
Sin embargo, esta imagen, diferente, de cada institución debe estar al margen de los resultados de los operativos que realicen, ya sea de manera independiente o en conjunto, pues el Ejército, la Fuerza Aérea y la Marina se amalgaman en las fuerzas armadas, que merecen el respeto del pueblo, más allá de coyunturas políticas sexenales que buscan confrontarlas, porque no hay que olvidar la máxima: los hombres pasan, las instituciones permanecen.
Anexo “1”
Un día para olvidar
El general Luis Cresencio Sandoval vivió el pasado miércoles uno de los peores días de su vida al ser increpado duramente en la Cámara de Senadores por legisladores de la oposición, que lo señalaron de inmiscuirse en política y haber cabildeado el pase de la Guardia nacional de la Sedena y la ampliación de la “militarización” en el país.
El General Secretario pudo haberse ahorrado ese mal momento y tuvo tres oportunidades: si hubiera acudido a la invitación que le hicieron los legisladores de la Cámara Alta para informar sobre el hackeo de “Guacamaya” a la información de su dependencia; si no hubiera cancelado la cita en su cuartel general, que aceptaron los senadores –uno de ellos le dirigió una carta “respetuosa” y la tomó como agravio; y también el Presidente abonó al impedirle responder a una reportera en la conferencia mañanera de ese mismo día, en Tamaulipas.
El divisionario de cinto estrellas se vio incómodo, molesto, durante la comparecencia de la secretaria de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez, situación que también se pudo evitar si no le hubiesen ordenado que acudiera como “oyente” y por tanto impedido de responder. Pero, como dicen, el hubiera no existe y el titular de la Sedena tuvo que tragar sapos. El secretario de Marina, José Rafael Ojeda Durán, también presente en el recinto legislativo, navegó con buena mar.