El cultivo yucateco y los políticos

Rodrigo Ordoñez: El cultivo yucateco y los políticos

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Con una asistencia más frecuente a eventos institucionales, sean políticos y culturales, es posible percibir con mayor claridad algunos rituales y protocolos que se repiten en cada uno de ellos: la espera de las autoridades, los que corren detrás de la figura en turno, del posible candidato, hasta en el lenguaje y las formas del saludo, que van acompañadas con un andamiaje de signos que corresponden al grado de anhelo por un “hueso” o próximo cargo político. De lo anterior, podemos citar a los que corren detrás de una foto, el que pide selfies con todos los políticos del lugar o el tamaño de su equipo particular de comunicación social, aunque su cargo esté ubicado en el fondo del organigrama institucional.

En este festival de deseos, anhelos y saludos adornados con elogios descarados o sincera admiración (que en la villa política hay de todo), sería bueno que los próximos aspirantes y suspirantes se den a la tarea de leer el libro El Cultivo yucateco. Una perversa manipulación psicológica, del escritor y bohemio Conrado Roche Reyes, que a modo de definición nos dice el autor: “por debajo de toda explicación lógica sobre el comportamiento del común de los habitantes de Yucatán subyace un rarísimo tipo de conducta hacia sus congéneres que no se da en ninguna otra entidad del país; un ‘jugueteo’ con la mente y el espíritu del prójimo. Algo único en su especie, conocido como cultivo yucateco”.

Entre las historias que desfilan en el libro, muchas de ellas tomadas del ámbito político de esa época y un poco más atrás, en donde muchas figuras prominentes fueron presa de aduladores que les endulzaron tanto el oído que, contra todo sentido común, decidieron grandes barrabasadas que terminaron por defenestrar sus carreras o, al menos, les dejó un recuerdo muy vergonzoso entre sus compañeros, todo por creer que sus lambiscones deseaban que les fuera bien o, en muchas casos, no tenían el valor para contradecirlos.

En este nuevo mundo cargado de la falsa realidad de las redes sociales, es posible que este complot para cultivar a alguien se dé más prólijamente, porque se refuerza la idea que quiere inculcarse o cultivarse en la mente del objetivo, hasta que se cree que puede lograr algo, ya sea una candidatura, un puesto político o hacer creer que alguien es un casanova, aunque las mujeres huyan solo de verlo.

Este libro es una de las pocas obras que analiza con tino nuestras profundas heridas psicológicas, porque un conjunto de ojos, oídos y lenguas se congregan en complot para hacer que alguien caiga en esa maraña de mentiras. Todo parte de la idea, aún sin tener grandes estudios psicológicos, sobre nuestra percepción: lo que los demás creen que somos, lo que los demás quieren que seamos, lo que creemos que somos y, finalmente, lo que somos en realidad. Es por todo esto que nunca creo en aquellos que te saludan con un elogio por delante, más vale prevenir que ceder ante nuestro ego, espero que los próximos candidatos lean ese libro antes de comprar cualquier idea o candidatura.

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