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El escritor H.P. Lovecraft dejó como herencia literaria la construcción del horror cósmico que impactó e influyó a narradores como Stephen King, Michel Chabon o Neil Gaiman. Aunque más importante aún que esa forma de concebir el miedo ante las figuras, dioses antiguos o laberintos que se esconden entre las sombras y la soledad de una habitación oscura, está la mitología que construyó a través de sus libros de relatos como Cthulhu, el libro de los muertos (Necromicón o Neomicon) así como una estela de seres acuáticos y altares olvidados en cualquier rincón del mundo.

Una de las referencias más actuales a ese legado mitológico del universo lovecraftiano es el asilo Arkham, donde residen los peores enemigos de Batman, quienes ahí no encuentran una cura sino que se hunden más en su locura, ya que al igual que la ciudad del mismo nombre dentro de la narrativa del autor que nos ocupa, es manejada por doctores y enfermeros más dementes que sus mismos internos.

Hace unos meses, la editorial Panini Comic publicó la novela gráfica Neomicon del famoso escritor Alan Moore (conocido por obras como Watchmen y V de Vendetta) y Jacen Burrows para revisar los silencios en la obra de Lovecraft. El argumento son 15 crímenes cometidos por 3 personas distintas y con el mismo método de asesinato, cuya investigación queda a manos de diferentes detectives que caminan al filo de la locura.

Como lectores asistimos a los corredores de un mundo normal que pronto es trastocado por la locura y el horror de los dioses primigenios, aquellos que dieron aliento a los primeros anfibios para que dejen el agua y siembren su simiente en la tierra. Junto con ellos viene el lenguaje de las primeras cosas, los primeros sonidos guturales y las sílabas que quiebran nuestra percepción del tiempo y la realidad, como un viaje con ácidos y sin nadie al volante.

No sólo replantea el universo lovecraftiano, sino que nutre esos mismos horrores con otros nuevos, le da forma a nuestros propios miedos: destruye la percepción lineal del tiempo. Cuando conocemos ese lenguaje primigenio nos encontramos con los sentidos desesperados y rotos por ambos costados, caminamos por las calles con la duda sobre en qué momento estamos: pasado o presente.

Un último tema que revisa a conciencia Alan Moore en esta novela gráfica es la ausencia de sexualidad en la narrativa de H.P. Lovecraft. A diferencia de esos relatos asexuados y carentes de mujeres, en esta novela exploramos la energía sexual como un imán para atraer todo lo oculto entre las sombras, pero más importante, con el tiempo roto, ya no es posible discernir si esas criaturas son remanentes de hace millones de años atrás o son un espejismo del futuro. Los invito a leer esta obra y sumergirse en otra forma de entender la realidad y la narrativa.

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