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El 1 de septiembre de cada año se paralizaba el país, era día inhábil por ley, pero no para la Marina ni para el Ejército. De hecho, las faenas en el barco (o en tierra) se realizaban más temprano de lo habitual porque casi al mediodía el contramaestre tocaba llamada general con su silbato. Después del pase de lista en popa, a ocupar los lugares en el comedor, donde se instalaba una televisión y... a ver y escuchar el informe del “estado general que guarda la administración pública del país”.

Eran los tiempos del partido único, el Día del Presidente (en la era “neoliberal”). La transmisión por radio y televisión en cadena nacional iniciaba con la salida del Mandatario de la Residencia Oficial de Los Pinos, subía a un descapotable rumbo a la antigua Cámara de Diputados, en Donceles y Allende. Los guaruras del Estado Mayor Presidencial, trajeados, corrían a ambos lados del automóvil negro presumiendo condición física; el Ejecutivo, con la banda tricolor en el pecho y sonriente, saludaba a la gente mientras una lluvia de papelitos tricolores caía desde los edificios.

Luego, en la sede del Legislativo, una valla de diputados de todos los partidos lo recibía y acompañaba hasta el estrado del recinto. Asistían gobernadores, el gabinete legal y ampliado y sus principales funcionarios; dirigentes de partidos; los titulares de Sedena y Marina con los comandantes de regiones militares y zonas navales, con uniforme impecable plagado de condecoraciones; los líderes sindicales de la CFE, Telmex, Pemex y, por supuesto, de la CTM. También eran invitados gobernantes de otros países, embajadores y agregados navales y militares.

Todos de pie, le tributaban al Presidente un aplauso de varios minutos. El protocolo iniciaba con el Himno Nacional y luego la lectura del documento con la frase de cajón: “Honorable Congreso de la Unión...” y venían las cifras, obras, estadísticas, aciertos y “lo que faltaba por alcanzar”. Luego la respuesta, siempre amable, del representante del Legislativo. Las crónicas periodísticas consignaban las veces que era interrumpido el Presidente con aplausos. Días después, los funcionarios eran citados a la Cámara baja para la glosa y abundar o precisar la información de sus dependencias, que se aprobaba sin problemas.

Unas tres horas después (el informe más largo fue uno del presidente Abelardo L. Rodríguez, que duró siete horas y 35 minutos), despertábamos del letargo en nuestro buque cuando se escuchaba el “reconocimiento a las fuerzas armadas por su patriotismo, valor, lealtad, etc.”, y venía lo que esperábamos del Informe: el aumento a los haberes “a partir de este primero de septiembre”, que se pagaba en noviembre a más tardar y con efectos retroactivos desde enero, como hasta la fecha.

Ahora, desde hace 14 años, el día del Informe es muy diferente. El pasado miércoles, ante 30 personas (gabinete legal y ampliado), el presidente Andrés Manuel López Obrador leyó en menos de una hora su III Informe y, como se esperaba, presumió que“la transformación está en marcha”, destacó aspectos que ya los medios se han encargado de cuestionar o desmentir cifras o aseveraciones. El evento fue como una mañanera “plus”, con mejor escenografía, solemnidad y maquillaje para los asistentes. Nada más.

Anexo “1”

Los cambios

Antes los informes eran considerados “El Día del Presidente”, pues hasta se suspendían labores y clases para rendir “pleitesía” al jefe de la nación. Se hacía el 1 de diciembre ante el Congreso de la Unión, en la Cámara de Diputados; luego pasó al 1 de noviembre y finalmente al 1 de septiembre, con Ernesto Zedillo. Sin embargo, en 2006, Vicente Fox no pudo subir a la tribuna para leer su VI Informe, debido a que fue tomada por la bancada del PRD, partido donde se incubó Morena.

Felipe Calderón Hinojosa fue el último Mandatario en rendir su informe de manera presencial ante la Cámara baja. Fue el 1 de septiembre de 2007, donde destacó el "heroísmo" de las fuerzas armadas en la llamada "guerra contra el narcotráfico”, lo que retribuyó en los haberes y demás percepciones, incluso a los solados y marinos en situación de retiro.

El 15 de agosto de 2008, una reforma constitucional estableció que el Ejecutivo ya no está obligado a presentar su informe de manera presencial, sólo debía hacerlo por escrito; el secretario de Gobernación es quien suele entregarlo a ambas cámaras.

Y desde entonces, seguimos escuchando éxitos, cambios, avances y logros que la mayoría no percibimos.

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