El Metro y el tren maya elevado
El poder de la pluma
Cursaba yo el quinto grado de primaria en la Ciudad de México cuando el 19 de junio de 1967 se dio el primer “taladrazo” para iniciar la construcción del Metro. Gobernaba Gustavo Díaz Ordaz y el regente de la ciudad era el general Alfonso Corona del Rosal, quien asistió a ese acto trascendental para el país.
Luego de dos años y tres meses, el 4 de septiembre de 1969 se terminaron los 12.6 kilómetros y 16 estaciones de que constaba la Línea 1, cambiando la imagen urbana de la capital y su actividad social y económica. Sus terminales eran Chapultepec, en el poniente, y Zaragoza, en el oriente, por este rumbo ya nos habíamos mudado, en la colonia Juárez Pantitlán de Ciudad Neza, de donde tomábamos un “pesero” o autobús para llegar a la estación Zaragoza, cerca del Caballito.
Cada boleto del Metro costaba $1.20, o un peso de cinco en adelante. Era la atracción para los chiquillos, por la rapidez con que corría el tren naranja por túneles, sobre puentes o a ras del pavimento en vía exclusiva; su “tururú” al llegar o salir de cada estación ya es un clásico de las onomatopeyas. Se llegaba en unos 10 minutos desde Zaragoza a Chapultepec, cuando en autobús tomaba hasta dos horas. Con los años se fue ampliando hasta llegar a sus 12 líneas actuales y 195 estaciones. La semana pasada, este sistema de transporte que llegó a ser ejemplo para varios países paró varias de sus líneas debido al incendio de su “cerebro” de operaciones, por falta de mantenimiento, la impronta de este gobierno federal.
Cuando se inauguró el Metro, Rogelio Jiménez Pons, hoy titular de Fonatur, iniciaba sus estudios de arquitectura en la UNAM y se supone vivió esos 27 meses de constante ruido, escombros, congestionamiento vial y molestias que generó la magna obra para los capitalinos. Leo que el Gobierno del DF “consideraba prácticamente imposible este proyecto debido al subsuelo fangoso y la zona sísmica de la ciudad. La UNAM realizó los estudios correspondientes con expertos en mecánica de suelos. Y en ese esfuerzo trabajaron también alrededor de 700 especialistas de diversas disciplinas, como ingeniería, arquitectura, urbanismo, sociología, economía, abogacía y administración, entre otras, para los estudios de impacto ambiental, urbano y económico”.
¿Se habrá considerado lo anterior cuando Jiménez Pons informó que, tras realizar estudios técnicos, tomaron la decisión de que el paso del tren maya por Mérida será principalmente a través de un viaducto que se elevará nueve metros?
El tema se ha polarizado, pues hay grupos de especialistas (ingenieros civiles) que ven factible el proyecto, y otros que piden lo que se hizo cuando se pensó en el Metro: todos los estudios pertinentes, porque no han mostrado alguno. Recordemos el “tren bala” que prometió en campaña Ivonne Ortega y que, tras gastar millones de pesos en promoción y estudios ejecutivos, nunca se concretó. El tren maya es bueno, pero como dijo un especialista, que no sean “ocurrencias”, o “caballadas”, como se dice en Yucatán.
Anexo “1”
Las placas que retiró la 4T
En octubre de 2018, escribimos que, con ocasión de los 50 años de la matanza de estudiantes en Tlatelolco, el gobierno de la Ciudad de México, como un “mensaje de paz”, mandó retirar de las estaciones del Metro y de la Sala de Armas de la Magdalena Mixhuca toda placa que se refiera al presidente que gobernaban hace 50 años.
El retiro de esas placas (que quizás muchos ni siquiera se habían percatado de ellas y de su contenido) dividió opiniones. El académico de la UNAM, Raúl Trejo Delarbre, escribió en Twitter: “El @GobCDMX manda retirar placas con el nombre de Gustavo Díaz Ordaz. Con el mismo espíritu (que) Stalin mandaba borrar los rostros de sus adversarios en cuadros y fotografías. La historia no se modifica por decreto, ni tachando sus testimonios. La historia se explica y discute”.
Dije entonces que si de lo que se trata es de arrancar de la memoria histórica esa página del gobierno diazordacista, entonces habría que retirar las placas de la inauguración del Estadio Azteca, del Palacio de los Deportes, de la Villa Olímpica, de hospitales y otras tantas obras que se hicieron durante el gobierno del mandatario poblano entre 1964 y 1970.