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En Mesoamérica –que abarca desde el altiplano central de México hasta Costa Rica, Guatemala y El Salvador-, durante más de mil 700 años, se consolidaron grandes ciudades que hacen evidentes la gran habilidad y los conocimientos que alcanzaron las antiguas culturas de esta región en ingeniería y arquitectura.

Las civilizaciones prehispánicas erigieron edificaciones monumentales que tuvieron usos y significados diversos, entre las que destacan aquellas alineadas a eventos astronómicos como los equinoccios, los solsticios y los pasos cenitales.

Estos edificios permitieron a los antiguos moradores de estas tierras anticipar las temporadas de lluvias y de sequía, establecer el desarrollo del calendario solar, organizar las labores agrícolas, así como sus rituales y celebraciones.

Los enormes templos estaban decorados con representaciones de deidades y localizados en torno a grandes plazas para manifestar las expresiones de su religiosidad y eran acordes con la cosmovisión y la ideología política de cada época.

Las proyecciones astronómicas se pueden observar en edificios principales en toda el área mesoamericana y la temporalidad de estos monumentos suele corresponder a los periodos preclásico, clásico y postclásico de las culturas precolombinas.

Sin embargo, los eventos astronómicos más conocidos en el área maya ocurren en el Castillo de Chichén Itzá, en el Templo de las Siete Muñecas de Dzibilchaltún, en el Castillo de Mayapán y en el Palomar y el Palacio del Gobernador de Uxmal.

En relación con la interpretación de la función astronómica de la arquitectura maya, el arqueólogo Víctor Segovia Pinto, fundador de la arqueoastronomía en Yucatán y descubridor del fenómeno de luz y sombra, decía que la presencia de los astros en las estructuras arqueológicas atestigua el desarrollo de un drama: el paso de los dioses de los que dependía la continuidad de la vida humana.

Hoy nos cuesta trabajo comprender la importancia que tuvieron el sol y otros astros para los antiguos mayas. Para ellos eran dioses y su presencia en los templos era la presencia de la divinidad misma.

En este sentido, puedo afirmar que la arquitectura mesoamericana no se desarrolló siguiendo los patrones estéticos occidentales, que les eran desconocidos, sino que su función principal era registrar el movimiento de los astros.

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