El reloj biológico de los marinos
Daniel Uicab Alonzo: El reloj biológico de los marinos.
La iniciativa del Ejecutivo para finalizar la etapa del cambio de horario se ha tomado como lo que es: algo intrascendente. Se dijo que el objetivo de crear el horario de verano, es decir, adelantar una hora el reloj de marzo a octubre, era ahorrar energía y aprovechar la luz del día para las actividades económicas, lo cual, durante más de 25 años de observarse, siempre fue puesto en duda o se minimizaba su impacto positivo: “se ahorra poco”. Quintana Roo y Sonora no lo llevan a cabo por razones turísticas y comerciales.
El Gobierno atendió, además de los resultados de un estudio, los argumentos del secretario de Salud, en el sentido de que el cambio de horario genera problemas de sueño, memoria y concentración; algunos casos de depresión e ideas suicidas, además de que está asociado al incremento en la incidencia de infartos. ¡Vaya diagnóstico! En el peor de los casos, lo único que ocasiona son retrasos a la entrada de labores, pero por falta de disciplina o flojera, que se da no sólo al adelantar el reloj, sino también al atrasarlo.
De ser cierto lo que afirma el doctor Jorge Alcocer, varias profesiones son un peligro para quienes las ejercen, como los pilotos, que pasan de un huso horario a otro varias ocasiones en un solo día; o los marinos, que hoy desayunan en un puerto y cenan en otro, mientras que en la travesía adelantan o atrasan los relojes según la latitud, como es el caso de la tripulación del buque escuela “Cuauhtémoc” –que desde ayer engalana a Progreso con su presencia en tierras yucatecas– que navega hasta seis meses por varias parte del mundo; incluso conocimos compañeros que estuvieron en países cerca del Polo Norte donde hay días y noches que duran seis meses.
Sin embargo, no sabemos de algún trastorno físico o mental que acusen los integrantes de la Marina por esos cambios en el reloj biológico, definido como “ritmo circadiano”, que permite ordenar de manera temporal diversas actividades orgánicas como la hora de dormir o despertarse. De hecho, en la Armada (y también en el Ejército) todas las actividades están marcadas por rutinas que inician a las seis de la mañana con la “diana”; los horarios del “rancho”, es decir, desayuno, comida y cena, son a las siete de la mañana, una de la tarde y seis de la tarde, sin importar el meridiano que rija en el puerto donde uno se encuentre. Son ciclos totalmente diferentes a los usos y costumbre de los civiles.
Si bien los especialistas dicen que lo ideal es mantener una rutina diaria respecto al descanso, la actividad física y la alimentación, porque ayuda a optimizar el funcionamiento del organismo, hay personas que se adaptan fácilmente a los cambios, aunque otras no, pero esto no tiene nada que ver con el reloj biológico, ni con “el de Dios” al que también aludió el titular de Salud, pues, como todo en la vida, es cuestión de responsabilidad, disciplina y buenos hábitos.
Anexo “1”
El “relojito” de a bordo
Para los grumetes y marineros bisoños embarcados, una de las rutinas que más odian es la hora de levante, marcada por el agudo silbato de los contramaestres o condestables en los buques de la Armada, que además arengan a la marinería que duerme en los sollados para que literalmente salten de las literas con el clásico “¡ízale, marino!”. Llegué a pensar que estos “látigos” de a bordo disfrutaban con nuestras prisas por desperezarnos para llegar a tiempo a la lista en la cubierta principal y cumplir con la primera tarea del día: la limpieza del barco en una media hora para luego bañarse y pasar al comedor a las siete de la mañana.
Ese tradicional y ancestral silbato marinero–pequeño instrumentode viento, metálico, compuesto de un tubito y una bola hueca y agujereada, del que abundaremos en otros Acaecimientos– que marca todas las rutinas, actividades y zafarranchos en los barcos y en algunas dependencias en tierra, lo recuerdo cuando al amanecer oigo el canto matinal de los pájaros o el despertador de mis hijas, porque tras varios años de escuchar ese “relojito” de a bordo, se me ha vuelto costumbre despertar al despuntar el alba o incluso antes si tenemos algún pendiente por cumplir; son, creo, buenos hábitos adquiridos que han quedado como registro perenne en nuestro reloj biológico.