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Han pasado tres meses desde que me enteré que sería papá, al día de hoy todo marcha en tiempo y forma a excepción de unos discretos cambios de humor, dolorcitos de cabeza, náuseas al despertar y un exceso de antojos rarísimos y exagerados que me han hecho engordar más y más. Así es, ¡a mí! Como si fuera el embarazado. Parece broma e incluso ficción, más cuando mi abuelita es la primera en decir que eso es normal, pero ya ven que luego las abuelas cuentan muchas historias divertidas. Pero mientras pensaba que era algo que solo estaba en mi mente, me puse a platicar con un amigo cuya esposa también está embarazada y resulta que sufre de lo mismo, ¿un embarazo psicológico será? Pero la respuesta es no, puesto que sabemos que no estamos embarazados, a diferencia de un embarazo psicosomático donde se piensa que sí. De todas maneras tenemos síntomas de embarazo, así que tuve que ponerme a investigar qué nos estaba ocurriendo y terminé dando con la respuesta ¡un síndrome! Y, aunque parezca que estoy inventando un nuevo padecimiento, el síndrome de Couvade realmente existe.

Este síndrome toma su nombre del francés “couver” que significa incubar o arropar y aunque no se encuentra en el DSM-V de enfermedades mentales, fue descrito por los psiquiatras británicos, William Trethowan y Michael Conlon, en 1965. Hay varios estudios en internet al respecto.

Las causas son variables, en un principio se pensó que era pura empatía o desde un punto de vista psicológico era la manera de somatizar la preocupación que se tiene por la pareja y el hacerse notar frente a un nuevo sujeto que ocupa completamente la atención de la pareja. Otra teoría apunta a que se debe a cambios hormonales, puesto que durante el primer y tercer trimestre del embarazo de su pareja, los hombres también sufren un aumento de prolactina y estrógenos; así como una caída de la testosterona y aumento de cortisol tras el nacimiento.

Estos cambios neurohormonales son la razón fisiológica por la cual se crea el sentido de pertenencia y protección hacia la madre y el bebé, es una empatía por amor… pero un amor biológico, de supervivencia para la especie.

Por último, tengo una teoría propia, pienso que se podría tratar, junto con la parte hormonal, de una reacción de las neuronas espejo, esas células motoras que se encuentran en la corteza premotora y el lóbulo parietal inferior de nuestro cerebro y que nos favorecen a comprender las emociones de otras personas. Son esas que se activan cuando ves que una persona se da un buen golpe, tan fuerte que hasta a ti “te duele”: Estoy seguro que más de un hombre se ha llevado las manos a la entrepierna al ver que uno de sus similares se da un buen trancazo en el área genital.

Sea como sea, únicamente me queda disfrutar de esta nueva etapa mientras aprendo de nuevos postres y extrañas combinaciones de sabores. De verdad que un embarazo es pura magia.

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