Enseñan a clientes a vivir y sentir el vino

Ernesto y Juan entendieron que hacer un negocio no es venderle a la gente un producto sino llevarla a experimentar nuevas sensaciones.

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Ernesto José Villarino Rosado y Juan Armando Monroy Placencia fundaron un restaurante concepto en el que motiva a los comensales a probar y aprender todo sobre el vino. (César González/SIPSE)
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Cecilia Ricárdez/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Para promover su pasión por la cultura del vino, Ernesto José Villarino Rosado y Juan Armando Monroy Placencia fundaron un restaurante concepto en el que motiva a los comensales a probar y aprender sobre esta bebida.

A pesar de las complicaciones de abrir un negocio de este giro, la derrota nunca fue una opción y con la asesoría correcta, la pasión y el amor por el trabajo, aplicaron a un apoyo del Instituto Nacional del Emprendedor para darle impulso a su propuesta.

El restaurante Villaroy, nombre que parte del acrónimo formado con primeros apellidos, cumplió un año operando y prevén convertirlo en franquicia.

¿Cómo decidieron apostar por un restaurante?

Ernesto: la historia de la sociedad con Juan se remite a mi estancia en Vancouver (Canadá) para estudiar inglés; en una fiesta una amiga me lo presentó, así comenzamos la amistad y a compartir las ideas de los beneficios de poner un negocio.

Posteriormente en Mérida, tomé un taller de emprendedores con Israel Imán Baquedano, (consultor jurídico empresarial de Innted) para conseguir recursos del Inadem; participé, desarrollé la idea del restaurante y me aprobaron el recurso, en ese momento pensé: “Necesito un socio” y de inmediato vino a mi  mente Juan.

Juan: Estudié Dirección internacional de Hoteles y ahí tomé un semestre la materia de vinos, y un día Ernesto me comentó que le ofrecieron un diplomado de sommelier y le animé a que lo tomara porque era una gran oportunidad, ahí comenzó también a surgir la idea. 

Cuando me platicó sobre el negocio, lo pensé, tenía miedo, pero tomé la decisión, dejé mi casa en la Ciudad de México y vine a vivir a Mérida para probar suerte.

¿Cómo definieron el concepto?

Ernesto: ambos por nuestro lado, fuimos a España y allá observamos que la cultura del vino es algo cotidiano, accesible, informal, casual para los jóvenes, como lo es aquí la cerveza. Allá no tiene que ver con normas de etiqueta o se trata de gastar mucho. Entonces pensamos que sería una buena idea que eso lo pudiéramos aplicar en Mérida.

Juan: Con esa base,  desarrollamos la idea del restaurante con el fin de promover la cultura del vino, de una manera accesible y que la gente no se preocupara por cuánto dinero le iba a costar, sino en disfrutar. 

Ernesto: Pensamos que otro punto para promover era el maridaje, más allá del corte de carne y pescado, sino enseñarle a los clientes que puede complementar cualquier platillo.

¿Cómo fue su incursión en el mercado yucateco?

Ernesto: al principio sólo pedían platillos con cerveza, ahora más del 80 por ciento está tomando vino. Para promover la cultura, hacemos catas, club del vino para clientes frecuentes, porque nuestro principal objetivo es generar una experiencia en los comensales, por eso queremos dejar huella.

Juan: Una estrategia que aplicamos es empatar el precio de la cerveza y el vino, así la gente si se anima a consumirlo.

También servimos las mesas, lo primero que ofrecemos es vino, les compartimos la visión del negocio y si necesitan ayuda, sale el sommelier (Ernesto), de una manera amable, responde todas las preguntas, lo hace ameno.

¿Cómo  financiaron su negocio para arrancar?

Ernesto: cuando aplicamos al apoyo del Inadem, tardó en llegar y ya teníamos que empezar. Arrancamos con dinero propio con alrededor de 90 mil pesos, y luego se sumó lo del apoyo, todo se invirtió.

Juan: Al principio no teníamos muchas cosas, cuando inauguramos, lo hicimos prácticamente porque ya no teníamos dinero, el pago de la renta seguía corriendo y ya nos urgía generar recursos. Tuvimos muchos errores, pero aprendimos mucho también. 

¿Cuál es la ventaja competitiva de su negocio?

Ernesto: que más que ofrecer bebidas y alimentos, brindamos la experiencia, una diferente a la de otros restaurantes, todo alrededor del tema del vino.

Juan: Además tenemos la opción de personalizar los alimentos. Iniciamos con la hamburguesa y un cliente nos preguntó si podía ponerle huevo estrellado a su pasta, le dijimos que sí y así comenzamos a personalizar también la pasta; aprendimos a escuchar al cliente. 

Ernesto: por eso seguimos mesereando, platicando con los comensales, hacemos encuestas de satisfacción y si hay algún detalle platicamos con la gente y agradecemos los comentarios para mejorar. 

Juan: También hacemos promociones y damos incentivos especiales, como el 10 por ciento cuando no usan celular en la cena. 

¿Qué lecciones han aprendido hasta ahora?

Juan: aprendimos que aunque la tramitología no es fácil, no podemos esperar que lo hagan otros por nosotros. Nos acercamos a las autoridades y conocimos cuál era el camino. Éramos muy inexpertos y lo que se hacía en una vuelta, nosotros dábamos cinco, tuvimos muchos errores pero lo importante es que aprendimos, nunca pensamos dejar el proyecto la clave es la pasión y el amor que le tenemos a Villaroy.  

Hay que tener paciencia y trabajar en equipo, somos un complemento, hay que tener una buena comunicación entre socios. 

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