Enemiga del envejecimiento feliz
Sólo la madurez humana nos salva de la grande enemiga a vencer: la superficialidad.
Las hijas predilectas de la superficialidad –a mi entender-son cuatro y se han convertido –literalmente- en piedra de tropiezo para muchos que nos decimos –o nos dicen- muy experimentados.
La primera es el materialismo y su gran riesgo, la enfermedad de la abundancia.
La segunda, el hedonismo cuyo único compromiso es con el placer individual.
La tercera, la permisividad que nos lleva a la convicción de que no queda nada que perder ni nada por defender.
Y la cuarta y última es el consumismo que nos hace equiparar o confundir el “tener” con el “ser”.
Estas cuatro maneras de ser y de comportarnos son provocadas por la superficialidad que debilita funciones cerebrales tan importantes como el pensamiento profundo y las capacidades de contemplación y abstracción, ausentes en muchas mentes que inclusive son consideradas hoy como exitosas.
Jovencitos, sólo la madurez humana nos salva de la grande enemiga a vencer: la superficialidad. La madurez nos hará capaces de comprobar que lo esencial de la vida, lo importante para ser felices, está oculto a nuestros ojos y sólo puede comprenderse con una mente capaz de contemplarlas y abstraerlas del devenir cotidiano de la vida.