La mujer que vivió en 'la laguna de los muertos'

Una vecina de Mérida, originaria de Tabasco, relata sus experiencias paranormales en un fraccionamiento maldito en Villahermosa.

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Por la aparición de cadáveres, esa zona de Villahermosa, Tabasco, es conocida como la laguna de los muertos. En la imagen, el bosque petrificado de Celestún, Yucatán. (SIPSE)
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Jorge Moreno/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Hace unos días recibí una carta de la señora Amalia González, quien radica en Mérida desde hace más de 20 años, pero es originaria de Tabasco, y quiso compartirnos vivencias paranormales que tuvo en su lugar natal.

“Hace muchos años vivíamos en Villahermosa en un fraccionamiento que fue construido sobre una laguna que secaron las constructoras; al principio sólo había dos o tres casas y lo demás era pasto y cerro. Con el paso del tiempo se fue ampliando la zona hasta que fue habitada por muchas personas.

“Un albañil le platicó a mis papás que cuando excavaron para construir las casas habían sacado varios cadáveres todavía con cabello y prendas. Por esta razón se cree que espantan por ese rumbo, ya que tanto mi familia como todos los vecinos del rumbo hemos visto deambular a personas extrañas y también sombras y resplandores de objetos brillantes en el piso, como si dejaran una alhaja.

“Una de las vecinas dice que su nieto juega con un niñito que está muerto y se la pasa aventando camioncitos de juguete, pelotas y otras cosas; de hecho, hablando con el fantasmita, afirma que le dijo que su cuerpo estaba enterrado cerca de ahí.

“Otra vecina dice que en la madrugada vio a una viejita sentada en un árbol, se distrajo por un momento y al regresar la mirada para ver de quién se trataba, esta persona ya había desaparecido. Esto coincide con una ocasión en la que se celebraba una fiesta de quince años. Su hijo y los chambelanes estaban sobre la banqueta platicando, cuando vieron pasar a una viejita con un bastón. La siguieron con la mirada y vieron cómo se desvanecía en el aire”.

Cuadro que se cae solo

Dentro de la casa de la señora González pasaban cosas sorprendentes. Un ejemplo es el extraño comportamiento de un cuadro que se caía sin motivo aparente, lo mandaban a componer y se caía de nuevo, hasta que un día lo aseguraron muy bien y al día siguiente ya no se cayó, pero esta vez quedó mojado. La gente le recomendaba que lo tirara a la basura y otros que lo conservara, pues pensaban que ese cuadro recibía y absorbía todo lo malo.

También comentó que en una ocasión, la tapa del excusado se levantaba y se azotaba sola. Otra vez, estando en la cocina, comenzó a percibir un olor fétido como a perro muerto, entonces salió de la cocina y se sentó en la sala, pero el olor la siguió. Cuando llegó su esposo buscaron y no encontraron nada.

Una noche, su cuñada se quedó a dormir en la cama de su hijo, y decía que la lámpara se prendía y se apagaba sola. Al día siguiente se quejó de que el perro no la había dejado dormir por estar jugando con la bandeja de la comida, pero la señora González en ese entonces no tenía perro…

“En la parte posterior de la casa, una vez apareció un vestidito, como sí fuera de una niña de 6 años, estaba tendidito hasta con sus tirantitos colgados, con pinzas y todo -explica la señora en la carta que nos envió-, les pregunté a todos los vecinos si era de ellos, pero nadie lo reclamó”.

Y así por el estilo, un sinfín de anécdotas se dan cita dentro y fuera de esta casa, así como en todo el fraccionamiento y lo atribuyen al desentierro clandestino y la profanación de las tumbas cuando se construyeron las casas. De hecho a ese rumbo le llaman “la laguna de los muertos”.

“En 1991 vine a vivir a Mérida por cuestiones de trabajo, conocí a quien después se casó conmigo y ya desde eso acudimos sólo de vacaciones una vez cada dos años en promedio, pero mi familia aún tiene la casa y afirma que los fenómenos continúan ocurriendo, pero se han tenido que acostumbrar, pues no pueden abandonar esa casa ya que es su patrimonio y no tienen para comprarse otra”, finalizó.

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