La leyenda del monje sin cabeza que asustaba a viajeros nocturnos

El misterioso personaje se apareció, en el camino entre Akil y Maní, a un comerciante que desafió la noche para ir a una fiesta.

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El comerciante ignoró las advertencias de no viajar de noche y pagó las consecuencias al encontrarse con el monje sin cabeza. (reinodehandly.mforos.com/Contexto)
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Jorge Moreno/SIPSE.com
MÉRIDA, Yuc.- En tiempos pasados los pueblos aún no contaban con alumbrado público y sólo se alumbraban por medio de faroles y velas artesanales que ofrecían muy poca visibilidad durante las largas horas de las noches del Mayab

De tal forma se contaba que los comerciantes preferían viajar de día por temor a los bandidos, pero sobre todo para evitar encontrarse con alguna criatura sobrenatural de las que tanto se decía que abundaban por los antiguos caminos de la península yucateca.

Cierto día, un comerciante ambulante llegó al pueblo de Akil a vender sus productos entre los lugareños. 

Al hacer su recorrido por los caminos y angostas veredas, logró obtener buenas utilidades, ya que ofrecía artículos y bienes de muy buena calidad.

Desafortunadamente cuando se dio cuenta de que el sol estaba a punto de ocultarse para dar paso a la noche, ya era demasiado tarde, por lo que tenía que quedarse en Akil pasar la noche en espera de la mañana siguiente para poder continuar su marcha. 

Pero como recordó que unos familiares lo esperaban en Maní (a pocos kilómetros de ahí) para celebrar una fiesta, decidió entonces hacer el viaje apoyado con la tenue luz de una lámpara de petróleo que tenía. 

Advertencia

Al estar saliendo del pueblo con rumbo a Maní observó que un hombre de edad avanzada se encontraba a las puertas de su casa y este le dijo: “¿hacia dónde te diriges buen hombre?”, a lo que el comerciante respondió con mucha seguridad.

“Voy a Maní, me esperan unos familiares, pues han organizado una fiesta y me pidieron no faltar”. A continuación el viejo hombre con un tono de voz más autoritaria preguntó: 

“¿Acaso no sabes que tendrás que pasar por los terrenos de San Mateo?” “Si, lo sé, en muchas ocasiones he utilizado ese camino, ¿Pero qué tiene de extraordinario?”, replicó el mercader. 

“Recuerda que es de noche y ese camino es utilizado por huayes y criaturas extraordinarias para ir y venir de Akil a Maní, ten cuidado”, advirtió el anciano como buen conocedor de las cuestiones sobrenaturales de estos lugares, y luego entró a su hogar de madera y huano. 

El comerciante reflexionó un rato las palabras que había escuchado. Entonces le restó importancia y prosiguió su marcha hacia la mística tierra de Maní.  

A los pocos minutos enmedio de la obscuridad de la noche y al estar acercándose a los terrenos de la finca San Mateo se percató que delante de él iba una mula que llevaba como jinete a un monje, el comerciante apresuró el paso para darle alcance y tenerlo como compañero de viaje para intercambiar plática y hacer más llevadero el trayecto, pero por más que aceleraba el paso no lograba emparejarse con el religioso que estaba cubierto por su grueso hábito color café. 

Por lo que optó por emprender una veloz carrera, no obstante no pudo conseguir estar junto al monje, por lo que empezó a llamarlo a gritos: ¡Señor monje! ¡Espéreme, por favor! 

De pronto el misterioso caminante detuvo su marcha, se dio media vuelta y empezó a dirigirse hacia el vendedor, que ya estaba muy cansado y sudado por el esfuerzo realizado. 

Con un silencio casi sepulcral el fraile se fue acercando más y más, pero no se lograba escuchar el sonido de los cascos de la bestia que iba montado, al comerciante le pareció raro, pero no le dio tanta importancia. Ya al tenerlo cerca se dirigió al jinete: “Buenas noches hermano”, pero no recibió ninguna repuesta, de nuevo exclamó: “Buenas noches” sin recibir palabra alguna de su interlocutor. 

Escalofriante descubrimiento

Entonces alumbró directamente con su lámpara de petróleo el rostro del monje, el cual no alcanzó a distinguir porque su cabeza y rostro estaba cubierto por su capucha. El hombre un poco más alarmado se acercó y de un ágil movimiento lo descubrió, solo para darse cuenta que el fraile no tenía cabeza. 

El comerciante no daba crédito a lo que sus ojos venían, se quedó paralizado sin poder pronunciar palabra alguna y a los pocos minutos se desmayó de la impresión.

Desde ese momento los pobladores de Akil empezaron a contar la leyenda del monje sin cabeza que se le aparece a los viajeros y aventureros que se atreven a viajar muy entrada la noche por los rumbos de San Mateo para atemorizarlos y quitarles la vida.

Le agradezco a don Víctor Adalberto Navarrete Muñoz, de la población de Akil, que me haya contado esta interesante leyenda del Mayab.

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