Cómo se crearon los frijoles de colores
Cuenta una leyenda maya que el kisin le ofreció siete deseos a cambio de su alma, pero el hombre se las ingenió para retardar el desenlace.
Jorge Moreno/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- La leyenda maya que les presentamos hoy data de varios siglos antes de que los españoles lograran llegar a América, en los tiempos en que el imperio maya era próspero y sin los problemas transculturales que significó la Conquista.
Un campesino de 30 años de edad al que llamaremos Juan (se han mencionado varios nombres a lo largo de las décadas, pero a final de cuentas eso es lo de menos) iba todos los días a su milpa para hacer las labores del campo. A eso se habían dedicado sus papás, sus abuelos y demás parientes, pero él se daba cuenta de que eso no le llenaba y quería tener riquezas y poder.
Todas las noches, al estar en su casa, se ponía a pensar y razonar que aunque su trabajo sí le daba para comer, nunca iba a prosperar a los niveles que él quería, es decir tener mucho dinero y ser poderoso y respetado.
Un día, uno de sus amigos de la infancia le preguntó por qué se encontraba tan pensativo, entonces Juan le contó su pesar, por lo que el amigo, o quizás habría que decir el “mal amigo”, le dijo que podría resolver muy “fácilmente” su situación, ya que podía vender su alma al kisín (demonio en maya) y así éste les cumpliría todos sus deseos.
Juan al principio consideró que esto estaba mal, pero con el paso de las semanas su frustración aumentaba, por lo que una noche, envalentonado, invocó al kisín, que de inmediato se le presentó, ya que andaba con urgencia buscando almas y se podría decir que era más fácil de llamar en esos tiempos.
Siete deseos
Cuando se apareció este demonio maya, le dijo que a cambio de su alma le daría siete deseos en los próximos siete días (uno por día) y después de transcurrida esa semana dejaría su cuerpo físico (moriría) para que su alma fuera llevada al infierno.
Juan, un tanto decepcionado, no le quedó más remedio que aceptar y estos fueron sus deseos. En el primer día pidió tener mucho dinero, al momento en que se cumplió se dedicó a derrocharlo de forma irresponsable, pues sabía que serían sólo 24 horas que podría disfrutarlo.
En el segundo día pidió salud, ya que por su trabajo en la milpa diario le dolían los pies y las rodillas, por lo que ese día pudo disfrutar de no tener ninguna molestia en el cuerpo. El tercer día pidió poder, por lo que todos lo miraban con respeto y se le acercaban a pedir consejo, pero a final de cuentas no supo qué hacer y no le gustó tener ese “poder” tan de la noche a la mañana.
El cuarto día pidió comida, por lo que tuvo todos los manjares que anhelaba y que quería probar. El quinto día pidió como deseo viajar y se fue hasta lo que hoy es Guatemala y Belice, que antiguamente eran parte del imperio maya.
El sexto día pidió tener a todas las mujeres que deseara y así pudo cumplir a lo largo de un día todos sus sueños y fantasías.
Por último, el séptimo deseo fue que el kisin le ayudara a limpiar unos frijoles negros hasta que se pusieran blancos y ya cuando terminara se lo podía llevar al infierno.
El demonio había aceptado porque no conocía los frijoles e ignoraba que su color era negro de por sí, por lo que se la pasó limpiándolos y como le llevo días y días y éstos no quedaban blancos, entonces molesto, decidió marcharse y dejar libre a Juan.
A partir de ese momento, se cuenta que el kisin creó los frijoles de color blanco, los rojos y los amarillos para que así ya no lo volvieran a engañar de nuevo.