Escribir es un acto de humildad
Cristóbal León: Escribir es un acto de humildad
El paso de los años ha reafirmado en mí la convicción de que el acto de escribir debe tener siempre como premisa la humildad. Todas y todos quienes desde nuestros espacios compartimos mediante la palabra un sinfín de emociones, ideas, proyectos, posturas políticas e ideológicas, sueños, gustos, sinsabores y mucho más, partimos desde la particular posición que tenemos en el mundo, admitiendo los privilegios y carencias a los que nos enfrentamos en nuestro quehacer cotidiano. Y esa es justamente la belleza y el verdadero poder de la pluma, el hecho de que al plasmar lo que deseamos hacemos realidad la diversidad humana y la reivindicamos.
Los matices e interpretaciones que plasmamos se circunscriben, sin excepción, en las circunstancias y situaciones de la vida, son resultado de ellas y de la manera en que las hacemos nuestras, incluso a pesar de que se trate de momentos o hechos lacerantes para nuestro ser o la sociedad, pero lo cierto es que siempre el proceso creativo es resultado de la particular mirada que a través de nosotros y nosotras adquiere el tema o el suceso descrito. Es necesario reconocer en la escritura un acto de humildad, tanto porque cada autor o autora se muestra al mundo sin pudor, como por el hecho de que, para que nuestra palabra escrita llegue a ver la luz, requiere siempre de un proceso de apoyo que incluye a una diversidad de gente, que aun ocultas, nos permiten construir nuestros respectivos espacios de opinión.
En mi caso, siempre he creído en la función social de la escritura, en el compromiso con los desposeídos y contra la injusticia, en la necesidad de nombrar todo aquello que está oculto, sea por desconocimiento o por interés del poder que ha procurado silenciar o invisibilizar temáticas y procesos, pero que bajo la mirada que prima en mi ser, debe encontrar la luz para así coadyuvar al mejoramiento humano. He partido de la necesidad de “dudar de todo” que estableció Carlos Marx en sus reflexiones sobre la realidad humana y su porvenir. Sin embargo, nada de lo anterior me faculta a creer o imaginar que poseo o tengo posiciones de superioridad, muy al contrario, mientras más pasa el tiempo, más compruebo aquella máxima socrática que dice “sólo sé que no sé nada”. Esto último únicamente se logra siendo consciente de mi gran ignorancia.
El compromiso con la palabra, el proceso creativo y su función, naturalmente encuentra entre quienes hacemos nuestro el sentimiento de expresar, matices que pluralizan esa misma función y compromiso, ya que el diálogo que se genera nunca debe cerrarse, pues si eso ocurre, estaríamos renunciando a la creatividad y, por lo tanto, al sentido humano de la escritura. Estas líneas no tienen otra finalidad más que externar gratitud eterna a quienes de una u otra forma, han contribuido a que mis ideas y sentimientos encuentren siempre un espacio para conformar mi “trinchera de ideas” a la que José Martí nos convocara, reconociendo el invaluable valor del apoyo y solidaridad de todas y todos los que confían en la humildad de las letras y su compromiso con la humanidad.