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En este nuestro muy querido y lastimado país, el México de las conjeturas, de los chismes de café, de las mentiras descaradas, de las traiciones arteras, de los políticos de cuarta que pretenden convertir la palabra transformación en sinónimo de destrucción, ha sido liberada una liebre, otra, una más de tantas.

Esa liebre se llama Emilio Lozoya. Llegó a México y de inmediato se le concedió un privilegio que todos suponen negociado de antemano: un diagnóstico de su salud, que le permite evadir la frialdad de una celda con barrotes y una cama de concreto armado, para alojarlo en un hospital, en el que al menos goza de un baño privado y una cama cómoda, atenciones que al común de los mexicanos le es difícil conseguir hoy en día.

Llega a enfrentar un proceso penal que se sigue en su contra por corrupción, pero de forma inaudita, de boca del propio presidente de nuestra nación, nos enteramos que “aceptó venir” y “se comprometió a dar información”, entre otros temas, acerca de los sobornos que recibieron legisladores para aprobar la Reforma Energética.

De muchos amigos he escuchado la hipótesis acerca de que el presidente Andrés Manuel López Obrador es un maestro de la distracción, un inteligentísimo y hábil estratega político, que finge los disparates que lanza diariamente a ser discutidos en la agenda pública, para poder trabajar en lo que verdaderamente le interesa sin que lo estén molestando, los tontos somos nosotros que nos dejamos manipular de esa manera.

Yo no dudo que lo intente, e incluso en muchos casos lo consiga. De hecho, estoy convencido de que no se llega a la silla presidencial si no se sabe manejar con cierta maestría ese arte manipulador tan presente en la política mexicana.Aunque también creo que en muchos temas, y así lo he escrito con anterioridad en esta columna, la estulticia es genuina, especialmente en sus colaboradores responsables que le reportan, y eso conduce a errores estructurales graves en áreas tan delicadas y estratégicas como el sector energético.

Me preocupa en especial que una de las grandes expectativas del caso Lozoya esté centrada en el asunto del soborno a legisladores en relación específica con la Reforma Energética. Un enlace que puede tener la intención de cuestionar la robustez del marco jurídico que los mexicanos nos dimos en materia energética, en caso de comprobarse que en su aprobación pudo haberse cometido un delito grave que sin duda debe ser castigado.

La gran mayoría de los expertos en energía coinciden en que la reforma energética y las leyes que de ella se derivaron, aún siendo imperfectas como cualquier otro instrumento jurídico, son un adecuado marco regulatorio para permitir que México se inserte al futuro, en el contexto global, por la vía correcta. Por eso creo que habrá que vigilar hacia dónde dirige sus saltos esa liebre, y estar prestos a defender al sector energético de nuestro país, y su estado de derecho.

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