Felicidad herida
Eclosión de letras, columna de Rosely Quijano.
No sabes que eres feliz hasta que no lo eres. En muchos libros autobiográficos o de no ficción, donde los escritores cuentan experiencias propias, me he encontrado con una constante que me lleva a pensar que la felicidad y el amor aparecen en las narrativas de nuestras vidas en momentos dolorosos, pérdidas de seres queridos, de un trabajo, desamores, tragedias, enfermedades, fracasos. Entre esos sucesos que agrietan o trastocan a eso que llamamos felicidad y que es relativo en cada quien, porque la felicidad no es un estado puro y permanente, inmutable y eterno, ni una meta a la cual llegar una sola vez en la vida o la ausencia completa de dolor o problemas.
Incluso en medio del dolor más profundo puede sentirse el amor y la felicidad, y puede que sea justamente lo que lo hace más soportable. En su libro testimonial “Cuchillo. Meditaciones tras un intento de asesinato”, el poeta Salman Rushdie le llama a lo que él vivió y vive actualmente una “felicidad herida”. Recordemos que durante una conferencia que dictaría en Nueva York el 12 de agosto de 2022 fue atacado por un joven que esa mañana empuñaba un cuchillo que contenía todo el odio y la violencia alentada por más de 33 años contra el poeta, a causa de la publicación de su libro “Los versos satánicos”.
Lo que más contrasta y enfatiza Rushdie en su testimonio es su incomprensión del nivel de odio que puede infundirse, incluso en un alma tan joven como el que lo atacó, únicamente propiciado por sus versos y una crítica a la religión. Y por otro lado, entre el dolorosísimo proceso que narra de múltiples operaciones, la pérdida de un ojo, terapias, meses de dolor físico, destaca la belleza con que exalta los amorosos cuidados de su esposa, sus hijos y los pocos amigos que se quedan, porque dice: “de haber estado yo allí solo, habría sido totalmente diferente: más triste, menos reparador, menos asertivo.”
Rushdie estuvo muy cerca de la muerte, sobrevivió de milagro, y nos deja una lección increíble en su libro donde nos dice que este episodio terrible de su vida que lo dejó casi ciego y con el corazón destrozado (literal y metafóricamente) “es una felicidad herida, y habrá además, quizá para siempre, una sombra en un rincón de esa dicha. Pero, con todo, es una felicidad consistente”. Zygmunt Bauman dice que “somos felices mientras no perdamos la esperanza de llegar a ser felices”, estamos en una búsqueda constante de esos atisbos de felicidad, pero a veces están ahí tan de frente que dejamos de apreciarlos, o sólo brillan más cuando caemos en situaciones difíciles.
Creo que Rushdie nos enseña que no se trata de estacionarse en el papel de víctima, sino de mirar más allá del odio y la maldad que nos roce y entender que después, “somos otros, ya no lo que éramos antes de la desgracia de ayer” (Samuel Beckett), y abrazar a nuestra felicidad herida. Felicidad al fin.