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A pesar de que la Feria Internacional de la Lectura Yucatán cuenta ya con siete ediciones consecutivas, se percibe un franco estancamiento en la organización de este evento, que sigue sin posicionarse entre las principales ferias literarias del país. Y es que a pesar del cambio de director (Rafael Morcillo fue reemplazado por Rodolfo Cobos en 2016), siguen sin tomarse en cuenta las sugerencias y críticas propositivas hechas desde distintos sectores.

Estas plegarias no atendidas provienen de la sociedad civil y de la comunidad intelectual yucateca, que en numerosas ocasiones han solicitado que un consejo ciudadano se conforme para tomar las decisiones concernientes a los invitados especiales y al programa que año tras año ofrece la feria y que hasta ahora han sido totalmente unilaterales y en su mayoría tomados no por la Uady, sino por las grandes editoriales y por UC-Mexicanistas que otorga la medalla “José Emilio Pacheco”.

Del 10 al 18 de marzo pasados fueron notorias graves deficiencias en la organización de la feria: el programa general fue liberado apenas tres días antes de su arranque, y en lugar de hacerle eco por los canales habituales, nos presentaron una app que, a pesar de estar bien hecha, no pudo resolver mágicamente la escasa difusión de las actividades de este año.

Y es que su departamento de comunicación realizó la presentación de la edición de este año únicamente en la capital del país y, por absurdo que parezca, no hubo una rueda de prensa ante medios locales, lo cual redundó en que el día de su inauguración el público en general no sabía que la Filey ya se había iniciado. Durante la ceremonia, me acerqué al responsable de comunicación, Alejandro Pulido Cayón, para solicitar me enviaran el boletín correspondiente. Pero, a pesar de que me registré, dicha información nunca llegó.

A nivel operativo, el caos también reinó: las personas del staff se quedaban sin agua para ofrecer a los ponentes y, lo peor, se disculparon porque no se contó con constancias de participación ya que “eran más de 4 mil y no les dio tiempo de imprimirlas”. Es decir, no se cumplió con lo más básico de cualquier evento de esta índole. El programa de espectáculos tampoco consideró el tiempo necesario para el montaje, por lo que los horarios se montaban entre sí. Todo lo anterior explica de alguna manera la baja asistencia de este año, entre otras cosas…

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