Goyo Brito, el trovador que nunca ha trabajado

El músico yucateco en uno de los más destacados ejecutantes del requinto desde 1956, año en que empezó su carrera.

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Gregorio Brito Durán, Goyo, como es universalmente conocido en el ambiente trovadoril yucateco, toca su guitarra en la Plaza Grande. (José Acosta)
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Martiniano Alcocer Alvarez/SIPSE
MÉRIDA, Yucatán.-'Yo no trabajo en la trova, es más yo no trabajo. El que hace lo que le gusta nunca va a trabajar'. Quien así se expresa es Gregorio Brito Durán, Goyo, como es universalmente conocido en el ambiente trovadoril yucateco desde 1956, año en que empezó en enero una larga historia que lo ha convertido en uno de los más destacados ejecutantes del requinto.

Dios me regaló un don y bendito sea por siempre: el de la facilidad para tocar el requinto, dice Goyo. Hasta hoy, que estoy arañando los 80 años, me mantiene ese don y todos los días le doy las gracias por eso. Veme: sano, feliz y con el mismo entusiasmo con que empecé.

El maestro Brito Durán, infaltable presencia todas las noches –siempre que no llueva, que no sea Mérida en domingo o que no esté ocupada en otros menesteres- en la Plaza Grande, es un traga años. Gracias a su vida ordenada y disciplinada y a su metódica forma de ejercer el oficio de trovador, está 'como en mis mejores épocas', pero 'con más madurez', afirma.

Delgado, de cabellera  en la que apenas se insinúan las canas, bien peinado y mejor plantado, Goyo es un agradecido con la vida y con Dios. 'La música yucateca me ha dado para mantener a mi familia', afirma. 'Nunca he tenido lujos, pero tampoco estrecheces'. Sus tres hijos: Juan Gregorio, Juan Octavio y Juan José Brito Lara, fruto de su primer matrimonio, son profesionales, el mayor médico pediatra (vive en Cancún), el mediano, arquitecto y el menor, odontólogo. A los tres les pagó la carrera con los prodigios de su arte.

El trovador Brito Durán es, además, abuelo de 15: 'De mis tres hijos, seis, y otros nueve que me llegaron de golpe junto con mi actual esposa y a quienes quiero igual que a los demás. Conmigo no hay distingos', dice.
 
De memoria prodigiosa, el 'mejor requinto de Mérida' –dicho por conocedores del tema-, recuerda fechas, nombres, anécdotas y sucedidos en su ya dilatada carrera. Con nostalgia afirma que le 'tocó' estar junto a los mejores trovadores de la época de oro de la música yucateca: Pepe Villamil, Omar Celis, Juan Acereto, Angel, Litos, López del Pino, Demetrio, Mecho, Várguez Cetina –a quien se le conoció como Vistilla por un defecto en los ojos-, entre otros. 'Pastor Cervera me amaba', afirma con orgullo. 'Siempre me distinguió y a donde iba decía: Quiero que vaya Goyo con su trío'.

Fundador de tríos legendarios como Los tres guajiros con José Simón Saade e Ismael Flores; Trío Panamericana, con Omar y Aurelio Sánchez,  y Los tres yucatecos –que acaban de celebrar 55 años de existencia- con Pepe Villamil –éste, Juan Acereto, Mecho y Omar Celis son para Goyo las mejores voces que ha dado la trova yucateca- y Manuel Bustillos e integrante en algún momento de alguna otra agrupación, Goyo es hoy día –u hoy noche, habría que especificar- mantenedor de 'los yucas', en el que tiene como otros integrantes a Gustavo López, primera voz y guitarra acompañante, y Tomás Gamboa, segunda voz y tololoche.

Llega usted a los 60 años en la trova, ¿no hay fastidio? ¿No se ha cansado?

'Desde enero de 1956 en que agarré una guitarra, hasta anoche que la dejé en la casa antes de dormir, nunca ni un momento he sentido ni cansancio ni fastidio. Estoy haciendo lo que me gusta y cuando alguien hace lo que le gusta no trabaja. Tengo esa fortuna. Se puede decir que nunca he trabajado'.

¿Quiénes son sus maestros?

'Nací con el don y de eso todos los días le doy gracias a Dios. Tengo esa facilidad y nunca he tomado clases, pero sí tengo algunos maestros, aunque no lo supieran porque de ellos aprendí viéndolos y escuchándolos: Litos López del Pino es uno, pero hay varios. Soy un bendecido porque Dios me concedió el don y hasta ahora me lo conserva. Como se puede oír (y toca una de sus creaciones) la calidad se mantiene y no lo digo por pesadez. Quizá hoy día sea mejor inclusive porque hay la madurez que dan los años y la práctica constante'.

¿Alguna vez ha pensado en el retiro? 

'Esta (y señala su guitarra) me va a retirar. Cuando sienta que ya no puedo tocar, será el momento de pensar en la jubilación, pero hoy creo que aún tengo cuerda para rato. Me siento bien, mis facultades se mantienen, las ilusiones y las ganas de tocar también'.

Usted llegó a la trova cuando había grandes exponentes. ¿Cuéntenos algo de eso?

'Nada más y nada menos que Pepe Villamil (para mí la mejor primera voz de la trova yucateca), Litos, Vistilla (el del famoso Conjunto Mérida), Juan Acereto, Omar Celis, grandes compositores como don Chucho Herrera, López Barbeito, Manuel Díaz Massa, y para qué sigo. Pastor Cervera me amaba, bueno a mí y a mi trío, y siempre pedía que a sus presentaciones fuéramos nosotros. En La Habana, donde le hicieron un homenaje, nosotros fuimos sus teloneros. También nos llevó a un homenaje que le hizo un presidente de México. Nunca lo acompañamos, porque él se bastaba por sí solo, pero nos llevaba con él'.

En su trío actual uno de los instrumentos es el tololoche. ¿Qué importancia tiene en la música nuestra este instrumento?

'El tololoche, que es el bajo yucateco, es fundamental para hacer la trova yucateca tradicional. Hubo un tiempo en que quedó en el abandono, pero afortunadamente está volviendo a ocupar su lugar. Nosotros lo tenemos porque es necesario, especial para la música que hacemos. Yo siempre he sostenido que la música yucateca tiene un sonido y una forma de interpretarla que no todos respetan. Yo sí soy muy apegado a lo tradicional, igual que mi grupo'.

¿Da la trova para vivir?

'Como toda profesión o carrera, depende de cómo la ejerzas. En esto es fundamental la disciplina y en mi caso eso es lo que he mantenido y siempre doy y pido a quienes trabajan conmigo'. 

¿A usted le da para vivir?

'Como cualquier negocio. ¿En qué empresa admiten que lleguen borrachos sus empleados? En ninguna, pues así es esto. Si eres informal, llegas a trabajar borracho, no cumples tus compromisos, pues claro que no da. Yo con mi música he formado una familia, les di carrera a mis tres hijos y sigo viviendo tranquilamente'.

¿Cuál es, según usted, la situación de la trova yucateca hoy? ¿Tiene futuro?

'La verdad, hay muy buenos músicos. Siempre lo he dicho, pero no hay disciplina ni constancia. Hay quienes vienen a trabajar borrachos o algunos que ni siquiera ensayan, vienen aquí a la Plaza se juntan y  salen a trabajar. Insisto en que para ser alguien en la música tienes que ser disciplinado, estudiar, prepararte. Mis compañeros tendrían que reflexionar en eso, porque hay mucha calidad'.

En su larga vida trovadoril seguramente hay muchos momentos inolvidables. ¿Cuál de todos es el que le marcó especialmente?

'Haber tocado para el papa Juan Pablo II en el Seminario (11 de agosto de 1993). Tuve  la fortuna de interpretar con el trío dos canciones para él: Peregrino de amor (de Guty Cárdenas), cuando entraba, y a la salida Caminante del Mayab (de Antonio Mediz Bolio y Guty Cárdenas). Recuerdo que estaba a unos metros de nosotros y cuando oyó el Caminante se detuvo, vino hacia nosotros y me tomó del brazo. Cuando lo vi venir solté la guitarra, estaba tan emocionado que no recuerdo nada si es que nos dijo algo. Me dio un rosario como los que dan los papas, pero se quedó en el Seminario. Verle los ojos, sentir su mirada, fue algo que me llenó de alegría'. 

A Goyo muchos de sus amigos le dicen Dorian Gray. No aparenta los años que tiene (79) y cuando no está vestido de impecable guayabera blanca y pantalón negro (su uniforme de trabajo), lo puede usted encontrar, generalmente de pantalón de mezclilla y playera tipo Polo, en el café de Moncho (Bazar García Rejón) o los mediodías en el restaurante del hotel Caribe (Parque Hidalgo), donde se reúne con un grupo de 'trovadictos' a cantar y tocar.

El sábado 20 al mediodía, cuando fue la entrevista, en el comedor se hallaban el maestro Luis Pérez Sabido, una enciclopedia ambulante de la música yucateca, y la mezzosoprano Conchita de Antuñano, quienes se sumaron a la bohemia. 

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